El público general es capaz de detectar la desinformación científica. Es más, cuando una persona desea informarse con rigor acerca de temas científicos, como la salud o alimentación, es consciente de que debe acudir a personal sanitario o profesionales cualificados para asesorarse. Sin embargo, la primera fuente de información es internet y las redes sociales, a su vez el principal canal donde se disemina la desinformación. Un 62% de los españoles encuestados señalan que es a través de estas aplicaciones donde han recibido información de dudosa calidad científica durante la última semana.