¿Por qué los mosquitos hacen tanto ruido?

Un proverbio africano reza: «si crees que eres demasiado pequeño para hacer grandes cosas, intenta dormir con un mosquito en una habitación». Y es que basta el sonido intranquilizador de un mosquito merodeando sobre nuestro pabellón auditivo para no pegar ojo en toda la noche. El zumbido de los mosquitos se debe al revoloteo que producen sus pequeñas alas al volar y lo ocasionan tanto las hembras como los machos, si bien es cierto que solemos escuchar habitualmente el de las hembras, ya que son ellas las que se alimentan de la sangre humana. Los machos, por su parte, suelen zumbar alrededor de las plantas, en busca del preciado néctar. Los machos al volar emiten un sonido próximo a los 600 Hz, mientras que las hembras emiten un sonido que se sitúa en torno a los 400 Hz, la diferencia se debe, en parte, al diferente tamaño de las alas. Los mosquitos son capaces de detectar la vibración producidas por la resonancia de las alas de sus congéneres gracias a un mecanorreceptor –el órgano de Johnston- que poseen en el pedicelo o segundo segmento de sus antenas. El receptor fue bautizado así en honor a un médico de Baltimore, el doctor Christopher Johnston, que lo describió por vez primera. El orgánulo de Johnston de los mosquitos sería el equivalente a nuestro sistema auditivo y está enormemente desarrollado en los machos si lo comparamos con el de las hembras. Por ejemplo, en el caso del mosquito de la fiebre amarilla (Aedes aegypti) los machos tienen más de 15.000 neuronas dedicadas a captar e interpretar los sonidos en ese órgano, mientras que las hembras tienen menos de la mitad. Además, se ha podido demostrar que el zumbido de los mosquitos está relacionado con los rituales de apareamiento. En algunos estudios científicos se ha comprobado como los machos intentan «conectar» su zumbido con el de las hembras y cuando lo consiguen se aparean ajustando sus frecuencias hasta alcanzar los 1.200 Hz. Estos datos además del placer del conocimiento, pueden ser la base de futuros programas de control que podrían ayudar a desarmonizar sus zumbidos, evitando los apareamientos y, con ello, la transmisión de enfermedades. Los mosquitos eligen a sus víctimas Los mosquitos muestran una especial apetencia por algunas personas, las cuales parecen tener un poderoso imán capaz de atraer su atención, mientras que, por el contrario, hay otras que parecen ser totalmente inmunes a sus picaduras. En el año 2004 se publicó un estudio según el cual las personas con sangre tipo 0 tenían hasta un 83% más de probabilidades de ser picados por los mosquitos que cualquier persona con otro tipo de grupo sanguíneo. Otros investigadores han descubierto que cuanto mayor sea la temperatura corporal de nuestro cuerpo mayor será la atracción que generamos hacia los mosquitos y que, incluso, el simple hecho de haber consumido cerveza hace que seamos una víctima mucho más apetecible. De todas, quizás el factor más potente para atraer a los dípteros sea la emisión de dióxido de carbono, un gas que puede ser detectado por los mosquitos hasta una distancia de treinta metros. Se calcula que, por término, diariamente exhalamos un kilogramo de dióxido de carbono, y que cada vez que expelemos aire de nuestros pulmones emitimos unos 100 mg de este gas, una cifra que es mayor en adultos que en niños y que varía en función de la dieta y el ejercicio físico que realizamos. MÁS INFORMACIÓN noticia No ¿Por qué el agua de la lluvia no es salada? noticia No ¿Por qué pega el pegamento? Parece ser que es precisamente la emisión de este gas la que actúa como un potente GPS permitiendo a los mosquitos encontrar a sus víctimas en la oscuridad de la noche. SOBRE EL AUTOR Pedro Gargantilla Médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación, en este espacio de ‘Ciencia cotidiana’ explica la ciencia detrás de los fenómenos que vivimos en nuestro día a día.