Marina Bonache comenzó a sufrir un dolor muy fuerte durante sus menstruaciones hace cuatro años. Su ginecólogo le decía que todo estaba bien; los niveles hormonales eran normales y no se veía nada en las ecografías que le habían realizado. Pero ella no se conformó con esa respuesta. Siguió buscando, y dos años después, con 25 años ya, otro doctor le puso nombre a su problema: endometriosis. Se trata de una patología crónica en la que el tejido del endometrio crece fuera del útero. Según cuenta Emanuela Spagnolo, de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO), se calcula que en España entre el 10% y el 15% de las mujeres sufre esta enfermedad, que tarda en diagnosticarse unos siete años de media, explica. Y según lamenta Raúl Gómez, investigador principal del Grupo de Investigación en Terapias frente a la endometriosis y el cáncer endometrial del Instituto de Investigación Sanitaria (Incliva), desde hace 25 años se utilizan “las mismas estrategias [generalmente terapia hormonal], con ligeras variaciones, heredadas de los últimos estudios que se hicieron en pacientes”. El investigador lo achaca a que históricamente la investigación de la enfermedad se ha enfocado mal y se han centrado en saber cómo funcionaba, cómo eran las lesiones, qué factores estaban implicados, pero no estaban tan pendientes de los parámetros del dolor. “La endometriosis ha existido siempre, pero ha sido poco visible, poco reconocida”, añade.