La selva del Amazonas arde desde el 16 de julio con más de 15.000 incendios en las dos primeras semanas de agosto. “Siguen fuera de control”, advierte Greenpeace. Estos fenómenos afectan el aroma del planeta. Tras una deforestación o una quema, el bosque huele a huevo podrido y azufre. El olor a pino y aceites esenciales se desvanece. Es lo que cuenta Ana María Yañez, investigadora del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) que acaba de publicar un estudio en Global Change Biology que detalla el impacto del cambio climático sobre las fragancias de la naturaleza a partir de una revisión basada en 240 artículos ya publicados al respecto.