Hay muchas maneras de conceptuar al ser humano, pero si hablamos de su naturaleza en consonancia con el entorno y de hasta qué punto es libre/responsable de su destino, hay esencialmente dos visiones al respecto, tratadas por Thomas Sowell en su libro Conflicto de visiones.
Esas visiones son la Restringida y la no Restringida, que vamos a ver a continuación.
Defectos de fábrica o fallos del sistema
En la visión restringida se propunga que los seres humanos tenemos defectos inmutables, de serie, de fábrica, y que esos defectos abarcan el intelecto y el carácter moral. Aceptada esa premisa, debemos depositar nuestra confianza en sistemas probados y confiables (ciencia, mercado, instituciones, etc.). Esta visión, con todas sus variantes, la sostienen pensadores como Hobbes, Smith, Burke, Malthus o Hamilton.
En la visión no restringida se establece que los seres humanos nacen buenos por naturaleza, y que los defectos que observamos son fruto de los fallos del sistema o de las instituciones sociales. Esta visión, con todas sus variantes, la sostienen pensadores como Voltaire, Rousseau, Paine o Veblen.
Para profundizar en estas dos visiones (probablemente ninguna de las dos posturas es cierta, o no lo es en todos los momentos o circunstancias, sino que debemos bascular entre un extremo y otro), os recomiendo el libro de Sowell, Conflicto de visiones. Según Sowell, estas visiones están en el origen de las luchas políticas desarrolladas, primero, en Europa y, después, en todo el mundo desde finales del siglo XVIII: la visión que denomina «constrained» («restringida», «condicionada», también con significado de «trágica», «pesimista») y la visión «unconstrained» («no restringida», «utópica», «optimista»).
También podéis abundar en estas visiones en el siguiente vídeo, donde me pronuncio a propósito de mis creencias, y donde me inclino mucho más por la visión restringida:
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La noticia
Básicamente hay dos visiones de la naturaleza del ser humano: la restringida y la no restringida
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
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