¿Cómo funciona un reloj de péndulo?

Los relojes nos recuerdan que el ‘tempus fugit’, o lo que es lo mismo, que esa sucesión de días y de noches se nos escapa de las manos. Durante los siglos XVIII y XIX los relojes de péndulo -llamados reguladores- estuvieron presentes en hogares, fábricas y estaciones de ferrocarril, eran la referencia ineludible para programar turnos de trabajo, el transporte público y la vida en general. Y es que de alguna forma, el reloj de péndulo imprimió el ritmo de la Revolución Industrial. El reloj de péndulo había sido inventado, sin embargo, mucho antes, en 1656. Ese año el científico neerlandés Christian Huygens (1629-1695) -el descubridor de la nebulosa de Orión- fue el primero en patentarlo para medir el tiempo. El matemático y astrónomo holandés contrató los servicios de un relojero, Salomon Coster, quien fue quien realmente construyó el primer reloj de péndulo. Salomon firmaba sus diseños con la marca ‘Samuel Coster Haghe met privilege’ (Samuel Coster de La Haya con privilegio) con lo que daba a entender que Huygens le había autorizado para construir tales relojes. El reloj de péndulo más antiguo que existe está firmado por Salomon Coster, se encuentra en el Museo Boerhaave (Leiden, Países Bajos) y data del año 1657. Tripas de gato Poco tiempo después de la invención, John Fromanteel, hijo de un relojero londinense, aprendió a fabricar los relojes de péndulo con Coster y obtuvo la licencia para su producción, mejorando en poco tiempo tanto el diseño como el nivel de precisión. Los primeros relojes empleaban cuerdas confeccionadas con tripas de gato, cuya elasticidad se empleaba como fuerza motriz; más adelante fueron reemplazadas por una cadena plana de acero y, posteriormente, por un muelle espiral. De todas formas, para ser honestos a la verdad, fue Galileo Galilei, a comienzos del siglo XVII, quien había sentado las bases científicas del reloj de péndulo. Fue este científico italiano el que estudió el isocronismo y el que intentó llevarlo a la práctica. Debido a su ceguera tuvo que confiar el proyecto en su hijo Vicenzo en 1641, y su muerte, apenas un año después, dejó el proyecto en dique seco. Un imperio de más de 250 años La introducción del reloj de péndulo supuso un punto de inflexión en la precisión para medir el tiempo, ya que el error pasó de unos 15 minutos diarios a apenas 15 segundos diarios. Los componentes del reloj de péndulo son básicamente cuatro: el péndulo propiamente dicho, una esfera que muestra la hora, un peso unido a una cuerda que da vuelta a una polea y un mecanismo de escape, que proporciona impulsos cronometrados para mantener el péndulo oscilando. Es precisamente el mecanismo de escape, al bloquear y desbloquear el tren de engranajes, el que genera el sonido característico de tic-tac tan asociado a este tipo de relojes. Los relojes de péndulo utilizan un peso oscilante para medir el tiempo gracias a que sus ciclos de balanceo se producen a intervalos de tiempo iguales, los cuales dependen únicamente de la longitud. Por este motivo es muy importante que permanezcan en una posición fija, ya que cualquier aceleración -positiva o negativa- se traduce en imprecisiones en su funcionamiento. La necesidad de cronometrar con mayor precisión propició el desarrollo de relojes de péndulos cada vez más precisos, hasta llegar al nacimiento de los llamados reguladores astronómicos, que fueron instalados en observatorios navales y que se emplearon para configurar cronómetros marinos. MÁS INFORMACIÓN noticia No Los diez avances científicos más espectaculares de 2022, según ‘Science’ noticia No El cirujano que se atrevió a poner un corazón de cerdo a un humano, en el ‘top diez’ de la ciencia en 2022 Durante más de 250 años los relojes de péndulo fueron el estándar mundial para cronometrar el tiempo con precisión y no fue hasta 1927, con la invención del reloj de cuarzo, cuando pasaron a un segundo plano. Aquel invento marcó el fin de su imperio. SOBRE EL AUTOR Pedro Gargantilla Médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación, en este espacio de ‘Ciencia cotidiana’ explica la ciencia detrás de los fenómenos que vivimos en nuestro día a día