La teoría predominante desde la época de Charles Darwin es que la vida surgió de una ‘ sopa primordial ‘: ahí, los aminoácidos -los componentes básicos para la vida- formaron proteínas que, en algún momento, se convirtieron en una célula viva. Como buen ‘caldo’, el agua desempeñó un papel fundamental. Sin embargo, un reciente estudio señala una nueva hipótesis: para que la vida surgiera sí, se necesitó del líquido elemento; pero también de periodos secos que impulsaron a los nuevos organismos. La conclusión acaba de publicarse en la revista ‘ Origins of Life and Evolution of Biospheres ‘. La ciencia ha conseguido saber cómo ocurrieron los pasos clave para que se diera la vida, pero aún hay algunos callejones sin salida. Por ejemplo, está claro el papel del agua como componente esencial; sin embargo, hay otros ingredientes, también básicos, que parecen tener cierta aversión hacia los ambientes húmedos. Para poder ‘reconciliar’ ambos extremos, el equipo liderado por la ingeniera química de la Universidad de Wisconsin-Madison, Hayley Boigenzahn , simularon un entorno cambiante, que alternaba entre condiciones húmedas y secas que se replican fácilmente en la naturaleza con ciclos de mareas y día/noche, así como cambios climáticos. El equipo de Boigenzahn combinó una selección de aminoácidos que han demostrado ser bastante fáciles de producir de forma natural para formar proteínas. Pero lograr que esas unidades se unan en cadenas más largas y, por tanto, formen células y, después, organismos pluricelulares, es un desafío. En concreto, los investigadores utilizaron el aminoácido glicina y luego agregaron trimetafosfato, una molécula producida naturalmente en los volcanes. Finalmente, la sopa se condimentó con hidróxido de sodio (NaOH), para aumentar su pH. El resultado de la receta Durante la primera hora del experimento, la glicina se acopló para formar una molécula de dos unidades llamada dímero . Esta reacción libera protones que a su vez neutralizan el pH necesario para que se produzca la dimerización, frenando todo el proceso. Como se encontró en investigaciones anteriores, a medida que el pH de la solución se volvió más neutral, los dímeros comenzaron a unirse lentamente entre sí en cadenas ligeramente más largas. Sin embargo, a medida que la solución se secaba, la velocidad de reacción aumentaba, «posiblemente debido a que las concentraciones de las moléculas se amontonaban», sospecha el equipo. «Lo que estamos mostrando aquí es que no necesariamente tiene se tiene que dar siempre el mismo entorno -señala Boigenzahn-. Pueden ocurrir en diferentes condiciones, siempre que las reacciones que se produzcan ayuden a crear un entorno que sea beneficioso para los próximos pasos». Un ciclo de transiciones entre condiciones húmedas y secas podría convertir la molécula en proteínas más complejas, algunas de las cuales podrían impulsar otras reacciones químicas involucradas en la vida. «Aunque estos mecanismos de reacción se conocen desde hace muchos años, ha existido una atención insuficiente del vínculo entre ellos, por lo que podría valer la pena prestar mayor atención a los efectos de las reacciones prebióticas propuestas en su entorno, además de los efectos del medio ambiente sobre las reacciones», indican los autores. El límite de la vida No es la primera vez que se señala que la vida pudo surgir en ambientes un poco más secos. A principios de año, los químicos descubrieron que los aminoácidos flotantes libres eran más reactivos en el límite aire-agua de las pequeñas gotas. Además, estas reacciones ocurrieron en condiciones ambientales normales sin necesidad de otros productos químicos o radiación. Todavía queda un largo camino por recorrer antes de comprender todo lo que implica, pero dar sentido a los procesos detrás de la creación de la vida también podría abrir la puerta a nuevas y más poderosas herramientas basadas en la química. MÁS INFORMACIÓN noticia No Crean un polvo magnético que atrapa gran cantidad de microplásticos del agua en tan solo una hora noticia No Explican, por primera vez, por qué las galaxias tienen formas tan distintas «En el futuro, se podrían crear sistemas químicos que almacenaran información, se adaptaran y evolucionaran -indica John Yin , ingeniero bioquímico de la Universidad de Wisconsin-Madison y otro de los autores-. «El ADN almacena información a miles de veces la densidad de un chip de un ordenador. Si pudiéramos obtener sistemas que hicieran esto sin ser necesariamente células vivas, entonces comenzarías a pensar en todo tipo de funciones y procesos nuevos que ocurren a nivel molecular».