El chico de la Gran Dolina era una chica. El hombre de Flores era una mujer. Y la Dama de Baza no era la tumba de un hombre, sino de una mujer, por muchas armas que hubiera en el enterramiento. La historia no deja de corregirse a sí misma o, mejor dicho, de corregir el “sesgo machista” de los historiadores y arqueólogos, como critica Marga Sánchez Romero. Esta catedrática de Prehistoria de la Universidad de Granada de 51 años (de Antequera, aunque nacida en Madrid) se lanzó al estudio de las mujeres en la prehistoria tras descubrir que estaban totalmente invisibilizadas. Y que eso tiene consecuencias hoy: “Está influenciando directamente el concepto, la identidad, las maneras de la mujer del presente”. “Se utiliza la prehistoria, los discursos que se hacen sobre el pasado, para justificar la desigualdad de las mujeres: no pueden hacer eso, no tienen que estar ahí, las cosas a las que se dedican no son importantes… Se construye un relato: esto ha sido así desde siempre, no intentéis cambiarlo”, denuncia.