En los años 1930, el matemático alemán Lothar Collatz observó un fenómeno curioso experimentando con números enteros. Parecía una propiedad sencilla, pero la demostración general, que permitiría afirmar que todos los números cumplen esa propiedad, se le resistía. Empezó a difundir el problema entre sus colegas, pero nadie podía resolverlo. En 1950 la ciudad de Cambridge en Massachusetts (EE UU) acogió el Congreso Internacional de Matemáticos, el primero después de la Segunda Guerra Mundial, y Collatz aprovechó la ocasión para compartir el problema entre los asistentes. La popularidad del enigma fue en aumento, en particular en EE UU, donde cautivó y derrotó a grupos enteros de investigadores. Esto suscitó una broma recurrente, según la cual el problema, que pasó a conocerse como la conjetura de Collatz, era parte de un complot para retrasar la investigación matemática estadounidense. Uno de los mayores expertos en la cuestión, Jeffrey Lagarias, cuenta que el famoso matemático Paul Erdős declaró que “las matemáticas aún no están preparadas para tales problemas”. Sin embargo, hace unos meses, Terence Tao desafió esta afirmación, haciendo el primer avance importante en décadas.