En agosto y septiembre de 1977, la NASA lanzó desde Cabo Cañaveral dos sondas espaciales que estaban destinadas a hacer historia. Su misión: explorar las fronteras exteriores del Sistema Solar. Hoy, 45 años y 23.300 millones de km después, una de ellas, la Voyager 1, se ha convertido en la nave espacial que más se ha alejado de nuestro planeta, dejando atrás para siempre los dominios del Sol y adentrándose en el desconocido y vacío espacio interestelar.
A pesar de los años y la enorme distancia que la separa de nosotros, la Voyager 1 sigue cumpliendo con su misión, enviando y recibiendo regularmente datos de la Tierra. Pero algo extraño está sucediendo ahora: algunos de esos datos son imposibles, y los científicos están tratando de resolver el misterio. De hecho, y según la agencia espacial, las lecturas del Sistema de Control y Articulación de Actitud (AACS), «no están reflejando lo que realmente está sucediendo a bordo».
Un fallo misterioso
El sistema AACS es el que se encarga de que la sonda esté siempre bien orientada con respecto a la Tierra. Entre otras tareas, mantiene la antena de alta ganancia de la Voyager 1 apuntando con precisión hacia nosotros, lo que permite el intercambio de datos. Y el hecho mismo de que se sigan recibiendo datos con normalidad es la mejor prueba de que la antena está correctamente alineada. Pero el AACS no está comunicando eso, y en su lugar envía «mensajes imposibles» y datos de telemetría que parecen generados aleatoriamente o que no reflejan «ningún estado posible en el que podría estar la sonda».
¿Qué está ocurriendo? Desde luego, se trata de un problema, pero los responsables del control de misión no tienen idea de cuál podría ser. Ningún sistema automático de protección contra fallos se ha activado, a pesar de que la nave está programada para entrar en ‘modo seguro’ ante el más mínimo error, un estado durante el que solo se llevan a cabo las tareas más esenciales hasta que los ingenieros puedan diagnosticar y corregir el problema. Al contrario, todo parece funcionar perfectamente, y la señal de la Voyager 1 tampoco se ha debilitado, lo que indica que la antena de alta ganancia sigue correctamente orientada hacia la Tierra.
Debido a la enorme distancia, el proceso de comprobación de los científicos está resultando agónico. Cualquier mensaje que envíen a la sonda, en efecto, tarda 20 horas y 33 minutos en llegar hasta ella, el mismo tiempo que tardará después su respuesta en regresar a la Tierra. Es decir, que por cada mensaje/respuesta con la Voyager 1 los científicos tienen que esperar casi dos días.
A pesar de ello, el equipo sigue intentando determinar si las lecturas incorrectas realmente proceden del AACS, que parece estar funcionando normalmente, o de algún otro sistema de la nave. «Hasta que se comprenda mejor la naturaleza del problema -dice la NASA-, el equipo no puede anticipar durante cuánto tiempo la nave espacial podrá seguir recopilando y transmitiendo datos científicos».
¿Y si no se resuelve el problema?
«Si finalmente el equipo de la Voyager 1 no consigue determinar el origen del problema -afirma Suzanne Dodd, directora de las Voyager 1 y 2 en el Jet Propulsion Laboratory, en Pasadena- , no tendrá más remedio que adaptarse a él. Y si pueden encontrarlo, puede que el error pueda resolverse con una actualización de software o confiando en un sistema de hardware redundante».
No es la primera vez que algo así sucede. En 2017 y ante la degradación de los motores, la sonda encendió sus propulsores secundarios, los que se usaron para las aproximaciones a planetas a finales de los 70 para ganar velocidad, y funcionaron a pesar de que habían pasado 37 años desde la última vez que se encendieron.
La Voyager 2, por su parte, sigue operando con normalidad. Enviada en una dirección distinta a la de su hermana gemela, se encuentra algo más cerca de nosotros, a ‘solo’ 19.500 millones de km, y también se ha adentrado ya en el espacio interestelar. Para comprender bien esta distancia, baste con pensar que Neptuno, el planeta más alejado de la Tierra (excepto Plutón), está apenas a unos 4.000 millones de km de distancia.