El mundo hace mil años era muy diferente al actual, también para nuestra percepción sensorial. Un paisaje sin aviones, coches o barcos, y, por supuesto, sin industria, olía de forma irreconocible para un humano actual. Algo tan complicado como entender cómo perciben el mundo olfativo en el resto del reino animal gracias a sus millones de años de adaptación a los hábitats.