El agua con gas lo inventó un clérigo y químico inglés llamado Joseph Priestley. Solo por ello, merece la pena leer esta biografía del científico inglés del siglo XVIII escrita por Steven Johnson: La invención del aire.
Y es que Priestley descubrió, entre otras cosas, el oxígeno.
Oxígeno
La biografía de Priestley sólo es la excusa para tocar superficialmente que las ideas no florecen en genios, sino en ecosistemas, porque Priestley ejemplifica, así como otros científicos que revolucionaron su tiempo, que la idea del genio individual, excluido y especial es una idea romántica que tiene poco sustento a la luz de la historia de las ideas.

La invención del aire: Un descubrimiento, un genio y su tiempo (Noema)
Los grandes avances se han producido gracias a la comunicación epistolar, a las cafeterías donde se reunían grupos de intelectuales interdisciplinares, a las instituciones que obligaban a sus miembros a comunicarse entre sí. Y que todo eso se ha multiplicado por un millón gracias a la mejor herramienta para conectar personas e ideas: Internet.
Con todo, la excusa de la biografía de Priestley contiene el número suficiente de páginas y de ideas interesantes como para valer por sí misma la lectura de La invención del aire. Como, además de este periplo vital, también encontramos un esbozo de estas revolucionarias ideas sobre cómo funcionan los cambios de paradigma cultural (o mental), esta obra de Steven Johnson, de nuevo, vuelve a resultar brillante se mire por donde se mire (y tiene varias facetas por donde mirar, como los buenos diamantes).
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Libros que nos inspiran: ‘La invención del aire’ de Steven Johnson
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This could explain why they’re so hard to ignore.
En un nuevo estudio publicado en Nature Medicine, los investigadores han estudiado cuatro especies de estos coronavirus estacionales a lo largo de los últimos 35 años y han descubierto que la reinfección ocurre con frecuencia, alrededor de un año después del primer episodio.
Si bien eso no necesariamente dice nada sobre la pandemia mundial actual, no es una buena señal para la esperanza de inmunidad a largo plazo en una población.
Inmunidad
Al analizar 513 muestras de suero recolectadas desde la década de 1980 de 10 hombres sanos que vivían en Ámsterdam, los investigadores notaron varios picos de anticuerpos relacionados con los coronavirus. Cada uno de estos picos se interpretó como una reinfección, y para los cuatro coronavirus estacionales estudiados, incluidos HCoV-NL63, HCoV-229E, HCoV-OC43 y HCoV-HKU1, el equipo encontró de 3 a 17 infecciones por paciente.
Algunas reinfecciones raras aparecieron tan pronto como seis meses después de la infección inicial, pero con más frecuencia, volvieron aproximadamente un año después, ‘lo que indica que la inmunidad protectora es de corta duración’. Hasta la fecha, hay pocos casos confirmados de reinfección por COVID-19, así que todavía es demasiado pronto para decir cuánto tiempo puede durar la inmunidad adquirida al SARS-CoV-2.
Observar otros coronavirus es una de nuestras mejores pistas y, desafortunadamente, este estudio de 35 años sugiere que la inmunidad para muchas infecciones por coronavirus no solo es temporal, es de corta duración. Además, los autores dicen que la reinfección puede ser una característica común de todos los coronavirus humanos.
Las muestras de sangre, que se recolectaron cada 3 meses antes de 1989 y cada 6 meses después (salvo una brecha inexplicable de seis años en los datos), muestran que la mayoría de las infecciones por coronavirus en Ámsterdam ocurrieron en invierno. Con el hemisferio norte ahora firmemente en otoño, ese es un resultado extremadamente preocupante si los nuevos hallazgos se aplican a la pandemia global actual. Nos puede estar aguardando un invierno muy oscuro.
Queda por ver si el SARS-CoV-2 sigue la misma tendencia que otros coronavirus. Pero parece que adquirir una respuesta inmunitaria duradera a partir de una vacuna podría resultar difícil. Es posible que tengamos que recibir actualizaciones periódicas, como hacemos con la gripe estacional.
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La inmunidad a largo plazo es poco probable: 35 años de investigación sobre infecciones nos lo sugiere
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Cuando Jared Diamond proyectó el presente libro, El mundo hasta ayer, lo hizo con una generosa dosis de ambición, como viene siendo habitual en sus libros anteriores, como Armas, gérmenes y acero o Colapso.
Aquí Diamond, nada menos, abordaa todos los aspectos de la cultura humana, de todos los pueblos del mundo, durante los últimos 11.000 años.
Civilizaciones
Pero ¿cuál es la razón última de indagar acerca de las formas de vivir de pueblos del pasado? Jared Diamond sostiene que, si bien la mayoría no nos aportarán nada, porque ya han sido superados, algunas soluciones o maneras de operar de las sociedades tradicionales tal vez podrían recuperarse para subsanar problemas que nos acucian en las sociedades modernas.
Para ello, Diamond ha seleccionado nueve ámbitos repartidos en los once capítulos a fin de ilustrar cómo podemos aprovechar de distintas formas nuestros conocimientos sobre sociedades tradicionales: los peligros y la crianza de los hijos, el trato de los ancianos, los idiomas y el poliglotismo, los estilos de vida saludables, la resolución pacífica de conflictos, e incluso asuntos que tienen que ver con lo religioso y lo espiritual. Finalmente, Diamond centra dos capítulos en el proceloso tema de la guerra, entre otras cosas para descubrir que los índices de violencia se gestionan mejor gracias a un Estado moderno.

El mundo hasta ayer: ¿Qué podemos aprender de las sociedades tradicionales? Premio Pulitzer por Armas (Ensayo | Historia)
Para radiografiar todo lo anteriormente expuesto, Diamond se concentra en bandas y tribus de agricultores y cazadores-recolectores a pequeña escala, sobre todo asociadas a Nueva Guinea y otras islas adyacentes del Pacífico, que son las que domina el autor, y porque Nueva Guinea ofrece una gran diversidad cultural: es el hogar exclusivo de 1.000 de las 7.000 lenguas que existen aproximadamente en el mundo, y también alberga la mayor cantidad de sociedades que, aún hoy, siguen fuera del control de los gobiernos de Estado.
Así, conducidos por la erudita prosa de Diamond, descubriremos cómo viven los Dani, los Fayu, los Daribi, los Enga, los Fore, los Hinihon, los Kaulong, pero también a tribus australianas como los Yolngu, los Kunai o los Wiil, a tribus de Eurasia como los Agta, los Aino y los Nganasan, y a tribus africanas como los Hadza, los ¡kung o los Turkana.
El mundo hasta ayer, pues, es monumental, tanto en número de páginas como en temas tratados, aunque se echen de menos asuntos como el arte, la cognición, la conducta cooperativa, las relaciones de género, el matrimonio o las prácticas sexuales (¿tal vez para una segunda entrega?). Y, de añadidura, un mayor desarrollo del capítulo dedicado a la lingüística y, sobre todo, al análisis del progresivo descenso de la diversidad de lenguas, que de largo me ha parecido el más flojo del volumen.
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Libros que nos inspiran: ‘El mundo hasta ayer’ de Jared Diamond
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It shouldn’t be as strong as it is.
Confeccionado con una mezcla de dos componentes seguros que forma una película delgada sin sabor, color ni olor, es completamente biodegradable y no es tóxica, este nuevo envoltorio antibacteriano biodegradable protege más los alimentos, entre 2,5 y 8 veces sobre el plástico de conservación convencional, y ha sido desarrollado por químicos de la RUDN University.
Los químicos de RUDN University desarrollaron las películas antibacterianas a base de quitosano, un polisacárido obtenido de las conchas de cangrejos u hongos inferiores.
Envoltorio antibacteriano biodegradable
Para comprobar las propiedades de la sustancia, los químicos de RUDN University cubrieron bananas con una película plástica durante 10 días. Las frutas que se encontraban bajo la película plástica perdieron 3 veces menos peso y 8 veces menos vitamina C que las que se encontraban sin ella. Además, después de su uso, la película se degradará sin causar daño al medio ambiente.
La nueva película esta producida a partir de macromoléculas naturales, es decir, los polisacáridos, los cuales son el «material de construcción» de los organismos vivos. Se emplearon dos sustancias derivadas del quitosano: la sal sódica del succinil quitosano (SC-Na) y un compuesto de triazol, betaína y quitosano (TBQ), que posee propiedades antibacterianas comparables a las de los antibióticos modernos.
Según explica Andrey Kiritchenko, asistente del Departamento de Química Inorgánica de RUDN University:
Hemos obtenido derivados de quitosano no tóxicos con una actividad antibacteriana excepcional y similar a la de los antibióticos comerciales, y por esta razón planteamos la hipótesis de que la resistencia de la película y la actividad antibacteriana aumentaría significativamente. Como base, decidimos utilizar la sal SC-Na, que tiene una alta capacidad de formación de películas. Además, no es tóxica y actúa como antioxidante, lo que es importante para prolongar la duración de los alimentos perecibles. Al cambiar la relación TBC:SC-Na, hemos desarrollado películas plásticas multifuncionales con propiedades antibacterianas, de barrera y mecánicas mejoradas.
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Este nuevo envoltorio prolonga su conservación entre 2,5 y 8 veces sobre el plástico de conservación convencional
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