Muchos científicos nos consideramos defensores de la democracia y la libertad, y nos dedicamos a la ciencia no solo por el placer y el significado de poder explorar la naturaleza, sino también porque damos sentido a nuestras vidas intentando reforzar con nuestro trabajo uno de los pilares más importantes de las sociedades modernas. Por ello, nos desconcierta el hecho de que haya personas que apoyen agendas anticientíficas. A menudo leo en redes sociales como mis colegas piensan que los movimientos antivacunas o los negacionistas del cambio climático son irracionales y hasta autodestructivos. De hecho, hay científicos que incluso estudian si ser de derechas o de izquierdas afecta a la actitud ante la ciencia. En un artículo reciente, Javier Salas nos resumía estos trabajos y concluía que “la derecha más radical tiene problemas con la ciencia”.