El mayor terremoto en la historia de la Humanidad

Bajo la dirección de arqueólogos y geólogos de la Universidad de Chile, un equipo internacional de investigadores ha encontrado pruebas del mayor terremoto conocido en toda la historia de la Humanidad. Se trata de un ‘megaterremoto’ de magnitud 9,5, seguido por un gigantesco tsunami de más de 8.000 km de largo que hizo que las poblaciones humanas abandonaran las costas durante más de mil años.

El seísmo tuvo lugar hace unos 3.800 años en el norte de Chile, cuando la ruptura de una placa tectónica levantó la costa de aquella región. El tsunami posterior fue tan potente que creó olas de más de 20 metros que viajaron hasta Nueva Zelanda, donde arrastraron rocas del tamaño de un coche hasta varios cientos de metros tierra adentro. El estudio se acaba de publicar en ‘Science Advances’.

Hasta ahora, el mayor terremoto registrado en todo el mundo era el de Valdivia, en el sur de Chile, que en 1960 causó la muerte de 6.000 personas y que también envió tsunamis a través del Océano Pacífico. La ruptura de placas que provocó ese terremoto fue enorme, de unos 800 km de longitud, pero el megaterremoto recién descubierto fue aún mayor y se desencadenó tras una ruptura de más de 1.000 km de largo.

«Se creía que no podía haber un evento de esa magnitud en el norte de Chile -explica James Goff, de la Universidad de Southampton, en Inglaterra, y coautor del estudio- simplemente porque no podía producirse una ruptura de placas lo suficientemente larga».

Megaterremotos
Los megaterremotos ocurren cuando una placa tectónica (las ‘piezas’ en que se divide la corteza terrestre) choca con otra placa vecina o se desliza debajo de ella, en un proceso llamado subducción. Llega un momento en que las dos placas en liza se bloquean a causa de la fricción, aunque las fuerzas que las hicieron chocar siguen aumentando. En ocasiones, la tensión que se acumula en el punto de contacto es tan grande que éste se rompe, creando una fisura que libera una enorme cantidad de energía en forma de ondas sísmicas devastadoras.

Las pruebas del gigantesco terremoto fueron descubiertas al encontrar elementos costeros, como cantos rodados, conchas, vida y rocas marinas, desplazadas tierra adentro, en el desierto chileno de Atacama. En palabras de Goff, «encontramos evidencia de sedimentos marinos y muchos animales que habían estado viviendo tranquilamente en el mar antes de ser arrojados tierra adentro. Y encontramos todo esto muy alto y muy lejos de la costa, por lo que no pudo haber sido una tormenta lo que los llevó hasta allí».

Para averiguar el auténtico origen de ese inusual desplazamiento, los investigadores recurrieron a la datación por radiocarbono, un método que consiste en medir las cantidades de carbono 14 (un isótopo radiactivo del carbono) que hay dentro de un material. El carbono 14 se encuentra por todas partes en la Tierra, y es absorbido por los materiales que forman los depósitos. Dado que la vida media de este elemento es bien conocida (5.730 años), para averiguar la edad de un material basta con comprobar la cantidad de carbono que aún no se ha descompuesto. La técnica es extremadamente útil para calcular con precisión edades inferiores a los 50.000 años.

De este modo, y después de datar 17 depósitos diferentes hallados en siete lugares a lo largo de 600 km de la costa norte de Chile, los investigadores descubrieron que todos esos materiales ‘fuera de lugar’ habían sido arrastrados lejos de la costa hace unos 3.800 años. Además, el equipo encontró también antiguas estructuras de piedra hechas por el hombre antes del terremoto. Muros que se habían inclinado hacia atrás, empujados por las fuertes corrientes de agua del tsunami.

Mil años sin volver a la costa
«La población local -explica Goff- se quedó sin nada. Nuestro trabajo arqueológico encontró que hubo una gran agitación social cuando las comunidades se trasladaron tierra adentro más allá del alcance de los tsunamis. Pasaron más de 1.000 años antes de que la gente volviera a vivir en la costa, lo cual es un período de tiempo asombroso dado que dependían del mar para alimentarse. Es probable que las tradiciones transmitidas de generación en generación reforzaran este comportamiento resiliente, aunque nunca lo sabremos con certeza. Este es el ejemplo más antiguo que hemos encontrado en el hemisferio sur en el que un terremoto y un tsunami tuvieron un impacto tan catastrófico en la vida de las personas. Hay mucho que aprender de esto”.

Rocas desplazadas en Nueva Zelanda
Antes de que comenzara este estudio, el profesor Goff había estado investigando un sitio en Nueva Zelanda, en la isla Chatham, que incluía una gran cantidad de rocas, algunas del tamaño de automóviles, que habían sido arrojadas cientos de metros tierra adentro. Estos cantos rodados se remontan aproximadamente al mismo período en que se produjo el terremoto en el norte de Chile.

Por pura coincidencia, solo una semana después se pidió a Goff que se uniera al equipo del profesor Salazar para estudiar los depósitos del norte de Chile que ahora han proporcionado la respuesta.

«En Nueva Zelanda -recuerda el investigador- ya dijimos que esos cantos rodados solo podrían haber sido movidos por un tsunami procedente del norte de Chile, y que tendría que ser algo así como un terremoto de magnitud 9,5 lo que lo generó. Y ahora lo hemos encontrado».

Los investigadores creen que sus hallazgos proporcionan un contexto muy importante para comprender los peligros de terremotos y tsunamis en la región del Pacífico, y cuán severos pueden ser sus efectos la próxima vez que ocurra un superterremoto.

«Si bien esto tuvo un gran impacto en la gente de Chile -concluye Goff-, las islas del Pacífico Sur estaban deshabitadas cuando sufrieron los embates del tsunami hace 3800 años. Pero todas ellas están muy pobladas ahora, y muchos son destinos turísticos populares, por lo que cuando ocurra un evento de este tipo la próxima vez, las consecuencias podrían ser catastróficas a menos que aprendamos de estos hallazgos».