En el libro de instrucciones de la vida, que es el genoma humano, hay unas misteriosas partículas que acostumbran a permanecer silentes, sin hacer ruido ni función alguna, desde hace miles y miles de años. Son una especie de virus ancestrales, remanentes de antiguas pandemias, que se incrustaron en el ADN de células germinales (de óvulos o espermatozoides), y fueron pasando de generación en generación. Hasta hoy. El 8% del genoma humano está formado por esas inquietantes reliquias virales de las que aún no se sabe mucho. Lo poco que se ha descubierto, por ahora, es que, cuando resucitan y se activan, pueden acabar jugando un papel clave en la salud o en la enfermedad: por ejemplo, se han descrito secuencias de estos antiquísimos virus que pueden ayudar a desarrollar la placenta o a alentar tumores y enfermedades neurodegenerativas.