Hace 40 años que la comunidad científica y el virus del VIH comenzaron una guerra sin cuartel. No hay ganadores, por ahora. A pesar de los augurios más optimistas de los primeros años, que pronosticaban, en 1989, una vacuna contra el VIH “en cinco años”, la realidad —y el virus— resultaron más tozudos: ni en cinco, ni en 10, ni en 30 años se ha logrado la vacuna. La contienda está en tablas: el virus sigue vivo, pero asediado; la ciencia no ha logrado eliminarlo, pero sí mantenerlo a raya con potentes antirretrovirales. La diversidad del VIH, con una inmensísima capacidad de mutación, y sus extraordinarias habilidades para esconderse del sistema inmune, han frustrado, por ahora, la búsqueda de una vacuna. Se han estudiado centenares de prototipos, pero solo siete han llegado a ensayos de eficacia con humanos (fase IIB o III) y ninguno ha logrado resultados contundentes. El último intento fallido ha sido el estudio internacional MOSAICO: hace unas semanas, el ensayo en fase III se paró antes de tiempo al ver que la vacuna no protegía contra la infección. En esta especie de carrera entre el gato y el ratón, dicen los expertos, el virus va por delante. Por ahora.