La víctima de La Manada , una joven de 18 años violada en grupo en un portal durante los Sanfermines de Pamplona en 2016, no gritó ni se defendió. No peleó, no arañó, no mordió ni pataleó cuando se le abalanzaron encima. Tampoco trató de salir corriendo. Este fue uno de los puntos más controvertidos del caso, que la defensa intentó utilizar a su favor, aunque finalmente los cinco acusados fueron condenados por violación por el Tribunal Supremo. Otras víctimas de agresiones sexuales sufren situaciones similares. Y si no se han defendido con uñas y dientes cae sobre ellas la sospecha de que el acto ha sido consentido. Sin embargo, investigadores del University College de Londres explican en un artículo publicado este lunes en la revista ‘Nature Human Behaviour’, que el miedo y la amenaza pueden hacer que las víctimas se «congelen», quedándose paralizadas, incapaces de moverse ni de expresar siquiera su rechazo. Patrick Haggard y Ebani Dhawan argumentan que la inmovilidad puede ser totalmente involuntaria. Por ejemplo, la investigación ha demostrado que cuando se presentan amenazas, la respuesta del cerebro puede incluir el bloqueo de los circuitos neuronales que brindan control voluntario sobre el movimiento del cuerpo. Noticia Relacionada estandar No El primer mapa completo del ‘cableado’ del cerebro de un insecto, paso clave para entender el comportamiento humano Judith de Jorge El trabajo muestra al detalle cómo las neuronas se conectan entre sí en el cerebro de la larva de la mosca del vinagre Muchos animales se congelan brevemente en respuesta a una amenaza leve, por lo que están preparados para desencadenar una reacción de lucha o huida. Pero ante una amenaza inmediata y grave, el comportamiento puede cambiar a una inmovilidad prolongada en la que el cuerpo queda completamente congelado o inerte. Procesos similares ocurren en humanos y, según los investigadores, los estudios de cuestionarios han demostrado que las víctimas de agresión sexual a menudo informan de que no pueden moverse o gritar, incluso cuando no están físicamente limitadas. Según los autores, estas evidencias deberían ayudar a dejar de malinterpretar la ausencia de lucha como una indicación de consentimiento. Sin voluntad «La ley ha reconocido durante mucho tiempo las defensas de ‘pérdida de control’ y puede otorgar responsabilidad disminuida en situaciones específicas, en las que la evidencia muestra que las acciones se realizaron fuera del control voluntario. Esto puede incluir algunas condiciones médicas, como trastornos del sueño, junto con situaciones extremas como el control coercitivo y la activación emocional«, dice Haggard. «Después de revisar la evidencia neurocientífica, sugerimos que se debe hacer la misma consideración con respecto a la inmovilidad involuntaria durante la violación y la agresión sexual», señala. Los autores esperan que esto «pueda ayudar a evitar que se culpe a la víctima de manera inapropiada y, potencialmente, llamar la atención de la sociedad sobre la importancia crucial del consentimiento activo». «No es inusual que los informes de las víctimas sobre la falta de consentimiento sean cuestionados en los tribunales, en contra de los estereotipos no probados de cómo supuestamente se comportaría una víctima ‘real’. Por ejemplo, los perpetradores pueden alegar que asumieron que la víctima estaba dando su consentimiento debido a la ausencia de un claro intento de resistencia« , dice Dhawan. MÁS INFORMACIÓN noticia No Los cerebros ya crecen en los laboratorios noticia No 1.700 millones de tiranosaurios caminaron sobre la Tierra… ¿Pero dónde están sus huesos? A su juicio, «deberíamos utilizar los hallazgos neurocientíficos para evitar que estos mitos se vendan como un argumento de defensa de la violencia sexual y para garantizar la justicia para las víctimas».