Los científicos españoles piden a Europa que permita el uso del ‘corta-pega genético’ en los cultivos

By 26/10/2022 Portal

Desde que la humanidad aprendió cómo cultivar la tierra hace unos 10.000 años, las técnicas en la agricultura han evolucionado de manera exponencial: la introducción del arado, los cruces entre plantas como hizo Mendel con sus famosos guisantes o la inclusión de nuevos abonos o pesticidas son solo algunos ejemplos de cómo el hombre ha intentado controlar, incrementar y mejorar la producción desde entonces. Ahora, en plena era del genoma, tenemos acceso directo al ADN que escribe la vida, y hemos inventado técnicas que pueden, de algún modo, ‘reescribirla’ de una manera rápida y sencilla. Sin embargo, las posibles implicaciones éticas derivadas de estas prácticas han supuesto diferentes cortapisas legales, algunas veces injustos. Al menos así piensan desde la Confederación de Sociedades Científicas de España ( Cosce ) con respecto a CRISPR-Cas , una innovadora técnica conocida como ‘el corta-pega genético’, y que está suponiendo toda una revolución en la ciencia (no en vano, fue el motivo por el que Emmanuelle Charpentier y Jennifer Doudna ganaron el Premio Nobel de Química en 2020 ). La organización, que agrupa a 84 sociedades científicas españolas y más de 40.000 investigadores, ha elaborado un informe en el que pide a Europa «de forma urgente» revisar la actual norma de Técnicas de Mejora Vegetal en la UE, en la que se equipara la tecnología CRISPR con los transgénicos y hace casi imposible su cultivo debido a las enormes trabas burocráticas. Imitando a la naturaleza Los científicos esgrimen que esta legislación «está obsoleta» y que no lo dicen solo ellos, sino que lo ha reconocido recientemente el Tribunal de Justicia europeo en una sentencia en 2018, donde instaba a revisar la norma. Explican que la técnica está basada en un sistema de protección que naturalmente poseen las bacterias y arqueas por el que incorporan a una suerte de ‘biblioteca interna’ pequeños fragmentos del genoma de los virus que las atacan. Cuando un virus ya almacenado vuelve a hacer aparición, son capaces de ‘cortar’ el ADN vírico y evitar así la reinfección. El descubridor de este mecanismo fue Francisco Mojica , investigador de la Universidad de Alicante y, precisamente, uno de los firmantes de la citada petición de Cosce. Charpentier y Doudna encontraron una forma de aplicarlo a otros seres vivos y, a partir de ese momento, se convirtió en toda una revolución: reproduciendo la estrategia empleada por el sistema CRISPR-Cas para reconocer y destruir secuencias de ADN víricas , estas herramientas permiten marcar con gran exactitud regiones concretas del ADN de cualquier organismo y producir un corte en ambas cadenas del ADN. Después, ese ‘recorte’ es reparado por los mecanismos celulares propios del organismo, provocando a menudo pequeñas modificaciones en la secuencia original del gen. Esta técnica, que además es sencilla y barata (se pueden adquirir kits en internet por menos de 100 euros) ha permitido, por ejemplo, crear en el laboratorio desde mosquitos portadores de la malaria sin los ‘impulsos genéticos’ que les obligan a picar a las personas a ovejas con mejor carne y mejor lana, pasando por pescado sin espinas . Sin embargo, la agricultura va a la cabeza de aplicaciones prácticas: ya existe setas que permanecen más tiempo sin ennegrecerse, manzanas que no se pudren al caer al suelo o tomates que ayudan a controlar la hipertensión. Todos gracias a la tecnología CRISPR pero ninguno cultivado en suelo Europeo. Por ejemplo, un equipo liderado por Francisco Barro Losada , del Instituto de Agricultura Sostenible del CSIC, trabaja en un trigo apto para celíacos . Barro Losada explicaba a ABC que, en realidad, el grano no está manipulado genéticamente, sino que se lleva a cabo un rediseño de la planta que crea después un fruto que pueden tomar estas personas: «Es el mismo proceso que lleva haciendo la humanidad durante los últimos 10.000 años pero acelerado», afirmaba el investigador en la misma línea del argumentario del informe de Cosce. Debido a las trabas legales europeas, el equipo español ha tenido que realizar sus pruebas en plantaciones en sudamérica, donde si está permitido este tipo de cultivos. Pero, aunque aquí no se puede plantar, estos productos -normalmente idénticos a los que no utilizan tecnología CRISPR- sí se pueden importar desde otros países, como Japón, Argentina o EE. UU., -donde se legisla casi a la vez que surgen estos adelantos- y pueden llegar a nuestros supermercados sin problema. «Es preocupante que, puesto que muchas de las variedades editadas no se diferencian de las variantes naturales, Europa no podrá controlar su importación, lo que coloca al sector productor en clara desventaja frente al de países donde estas variedades sí están aprobadas», indican desde Cosce. La agrupación señala que la revisión de la actual norma es «imprescindible», dado que en su estado actual «impide los avances esenciales para mantener la competitividad del entorno agrícola y ganadero de la UE y del español en particular». Un arma contra el cambio climático Los cultivos que han aplicado esta tecnología han obtenido plantas más resistencias a insectos y microorganismos patógenos (virus, bacterias y hongos) en prácticamente todos los cultivos extensivos, «lo que supondrá una importante reducción en el uso de pesticidas a nivel global», afirman desde Cosce. «Al mismo tiempo, se han obtenido variedades capaces de mantener su producción al ser expuestas a aguas de riego salinas, temperaturas extremas, o condiciones de sequía y, por consiguiente, más tolerantes a cambio climático». Con un futuro en el que España se verá seriamente afectada por el calentamiento global, y siendo la agricultura un sector estratégico en nuestro país, «peligra nuestra posición de liderazgo europeo», señalan desde la agrupación. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Una enana roja le ‘arranca’ su atmósfera a un planeta similar a la Tierra noticia Si Así se preparó la Tierra para albergar vida Finalmente, califican de «incomprensible» que unas herramientas «con un potencial tan claro para el sector agroalimentario, desde el productor hasta el consumidor, sean accesibles a otros países avanzados como EEUU, Canadá o Japón, y no lo sean en Europa», y la «pérdida de oportunidades para el desarrollo y fortalecimiento» del sector agrícola. De momento, la UE permanece callada.