Cuatro años antes de ganar el Nobel de Medicina, el biólogo francés Jacques Monod se plantó una noche de 1961 en el laboratorio de una colega y, con cara de cansancio y tras unos minutos de silencio, proclamó: “Creo que he descubierto el segundo secreto de la vida”. Su compañera, la microbióloga Agnes Ullmann, le preguntó si necesitaba un vaso de whisky. A la tercera copa, Monod le explicó que había observado un fenómeno asombroso: las proteínas, auténticas protagonistas de la materia viva, tenían una especie de botones ocultos que cambiaban su función. Monod, incluso, ya había inventado una palabra para definir aquella sorprendente transformación: alosterismo. Más de medio siglo después, un equipo de científicos de Barcelona ha descubierto un método para identificar esos botones secretos. Los autores sostienen que el sistema podría “revolucionar” el descubrimiento de fármacos contra el cáncer y otras enfermedades.