Las ecuaciones de Euler, propuestas en 1752, y las de Navier-Stokes –entre 1822 y 1842– son herramientas fundamentales para describir, en términos matemáticos, el comportamiento de los fluidos incompresibles –es decir, que no se pueden comprimir, como el agua–. Permiten entender fenómenos naturales como el flujo de los ríos o la ruptura de las olas. Sin embargo, la resolución de estas ecuaciones –incluso con la ayuda de potentes ordenadores– resulta muy difícil y costosa. Aún 250 años después de haberse escrito, suponen un misterio matemático.