Pasan los años, salen canas, la piel se arruga, los pechos se caen, duelen las rodillas y la memoria empieza a fallar. Las consecuencias del envejecimiento asustan y es fácil creer que, una vez que alcanzamos la madurez, nuestro bienestar solo puede ir a peor. Idealizamos la juventud como esa etapa de la vida en la que toda la biología juega a nuestro favor. Visualizamos al joven como un entusiasta lleno de vitalidad y al viejo como un pobre alicaído. Sin embargo, la realidad está llena de jóvenes tristes y viejos felices. Más allá de las dificultades a las que cada grupo se enfrenta en su entorno, la biología no trata tan mal a las personas mayores como podría parecer.