La caza, ya sea legal o furtiva, está alterando el orden de las cosas en la naturaleza. Al cebarse en los animales con los cuernos o colmillos más grandes, provoca una presión selectiva artificial que está reemplazando a la selección natural: los animales que durante millones de años han prosperado gracias a sus mayores cornamentas o enormes caninos tienen ahora más posibilidades de morir a manos de los humanos antes de pasar sus genes a la siguiente generación. Esto ha hecho que cada vez haya más elefantes sin colmillos o machos dominantes de caprinos con defensas más pequeñas. Las consecuencias ecológicas de tal vuelco aún están por determinar.