Una huella en el suelo es mucho más que una marca. Permite identificar qué o quién la dejó, qué hacía en ese momento, cómo era el entorno, hacia dónde deambulaba, su peso y su dimensión o sus hábitos. En el estudio de la prehistoria, a falta de restos biológicos, es en muchos casos la única manera de escribir los espacios en blanco que ha dejado el paso del tiempo. Una nueva investigación dirigida por los geólogos Carlos Neto de Carvalho, Fernando Muñiz Guinea y Luis Cáceres Puro, de las universidades de Lisboa, Sevilla y Huelva, respectivamente, publicada en Scientific Reports, ha permitido descubrir los rastros de uros (Bos primigenius), de hasta dos metros de altura y 1.500 kilogramos de peso, dejados hace algo más de 100.000 años en la costa de Trafalgar (Cádiz) y en Matalascañas (Huelva). El hallazgo amplía la extensión en el tiempo y el espacio de la megafauna que se refugió en el sur de la península Ibérica del hielo que conquistó gran parte del continente, confirma las relaciones entre los últimos supervivientes del Interglaciar tardío, incluidos neandertales, y desvela los primeros pasos hacia la domesticación de animales, uno de los avances más importantes de la humanidad.