Entre los años de 1917 y 1920 coincidieron dos pandemias que asolaron el planeta y a sus habitantes humanos. Una fue la de la gripe, que se llevó por delante a entre 50 y 100 millones de personas. La otra la llamaron encefalitis letárgica (EL), algo desconocido hasta entonces. No mató a tantos, quizá a un millón, pero sus manifestaciones fueron aún más espantosas: inmovilizaba a la mayoría, afectó especialmente a los jóvenes, provocando conductas criminales en los niños, y mantuvo en estado durmiente a miles de adultos durante años. Los que despertaron lo hicieron con secuelas que recordaban al párkinson. Tal como vino se fue y aún hoy se desconoce su origen. Ante la proliferación de trastornos neurológicos asociados al coronavirus, los neurólogos han vuelto la mirada un siglo atrás hasta aquella pandemia de los durmientes.