La última esperanza contra la extraña cefalea en racimos que hace chillar de dolor: “Era imposible dormir ni vivir”

A cabezazos contra el suelo y la pared. Chillando de dolor. Desesperado. Así pasaba Josep Riba, un badalonés de 55 años, los episodios de cefalea en racimo que sufría cada día. Desde los 21, “seis, siete, ocho” veces al día, aparecían esos intensísimos dolores de cabeza que podían durar hasta dos horas cada uno. “Eran como pinchazos continuos en la cara y en el mismo lado del cerebro y acababa en el suelo tirado como una cucaracha. Gritaba, me quería morir. Era imposible dormir ni vivir”, recuerda de los peores episodios. La cefalea en racimos es poco frecuente y de origen desconocido, pero el dolor que provoca es tal, explican los neurológos, que incapacita a los pacientes y los aboca a una profunda desesperanza, incluso, con ideaciones suicidas. Hay tratamientos para intentar controlarla, desde corticoides a altas dosis hasta bótox o litio, pero no siempre funcionan. En los casos más extremos, como el de Riba, refractario a todos los tratamientos, solo queda una última bala: colocar unos electrodos en el cerebro para intentar controlar la intensidad del dolor. “Ahora, tras la operación, al menos, ya no me tiro por el suelo ni chillo”, apunta resignado. Sufre cada noche media decena de cefaleas, de unos 20 minutos cada una.

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