La terapia hormonal de la menopausia baila en una especie de montaña rusa de uso, abuso y desuso desde hace años. Estos tratamientos, que suplen las hormonas que deja de generar el útero tras la última regla, se usaban el siglo pasado como una especie de elixir de la eterna juventud y de la feminidad, el cóctel perfecto para paliar los sofocos tras la menopausia y prevenir enfermedades crónicas. Pero cayeron en desgracia cuando, en 2002, un estudio asoció su consumo con un mayor riesgo de desarrollar cáncer y otras dolencias. El tiempo —y la ciencia— concluyó después que ni tanto ni tan poco; y se afinaron riesgos, beneficios y recomendaciones. Pero la bruma de reticencias que se generó entonces persiste aún hoy entre médicos y pacientes. Las sociedades científicas, sin embargo, han zanjado el debate: la terapia hormonal no es recomendable para prevenir enfermedades crónicas, pero sí para tratar síntomas severos de la menopausia, como los sofocos.