María Martinon: «No nos morimos de más cosas sino con más cosas»

«Cuando hablamos de nuestra especie siempre destacamos los logros, la perfección, el triunfo… y nos olvidamos de que esta historia de éxito también se escribe con renglones torcidos», dice María Martinón (Orense, 1974), directora del Centro Nacional de Investigación sobe la Evolución Humana (CENIEH) y miembro del equipo que estudia esa ‘máquina del tiempo’ que es el yacimiento de Atapuerca en Burgos. La paleoantropóloga ha escrito ‘Homo imperfectus’ (Destino), un libro en el que explica que muchas de las enfermedades y alteraciones que nos aquejan como individuos forman parte de la estrategia de nuestra especie para sobrevivir. Aunque resulte paradógico, la selección natural tiene su propia forma de entender el viejo dicho de ‘no hay mal que por bien no venga’.

-Cáncer, infecciones, alergias… ¿Somos una especie particularmente defectuosa?

-Podríamos pensar que no somos una especie bien adaptada si tenemos tanto sufrimiento y enfermedades, pero son el precio a pagar por nuestro éxito. Determinadas amenazas que en el pasado eran cuestión de vida y muerte, ahora son nuestras compañeras de viaje. No nos morimos de más cosas, sino con más cosas.

-¿De verdad esos achaques tienen sus beneficios?

-Somos un animal complejo, con muchos sistemas que se solapan en sus mecanismos. Determinados cambios puede provocar un efecto beneficioso en uno, pero perjudican a otro. Por ejemplo, la intolerancia al gluten: ¿Por qué la evolución no ha eliminado el gen que provoca esas molestias? Pues es que esa mutación también puede aumentar nuestra protección contra las enfermedades infecciosas. Como especie, no interesa eliminarla. Es lo que llamamos pleiotropías: efectos distintos en diferentes individuos o etapas de la vida.

-¿Ocurre muchas veces?

-Otro ejemplo es nuestra gran complejidad cerebral. Es una gran ventaja porque ahí reside nuestra inteligencia. Pero esa máquina tan sofisticada nos hace más vulnerables a determinados fallos, como la demencia o trastornos neurodegenerativos, especialmente a edades avanzadas. Sin embargo, a la selección natural le compensa: esos cuadros no tienen impacto en el éxito de la especie porque suceden en periodos post reproductivos.

«Para la especie humana es más importante luchar contra una infección que contra el cáncer»

-¿Pasa lo mismo con el cáncer?

-La gran amenaza para nuestra especie son las infecciones. Atentan contra la vida desde etapas tempranas. La selección natural trata de eliminar todos aquellos cuadros que puedan afectar a la etapa previa de convertirnos en adultos reproductivos, y se preocupa menos por los que suceden después. Los cánceres suelen estar asociados a edades avanzadas, lo que ya no tiene un impacto directo en nuestra reproducción. Es algo terrible a nivel personal, pero para la especie no es tan fundamental como luchar contra una infección.

-Apenas hay constancia de casos de cáncer en el Pleistoceno.

-Tenemos una dificultad de identificación de partes blandas que no hayan dejado una marca en el hueso. Pero es verdad que en el pasado no vivían lo suficiente como para desarrollar un cáncer. Con la longevidad acumulamos fallos en nuestro ADN. Pero no solo eso, también es cierto que ahora vivimos en un ambiente nuevo en el que estamos expuestos a tóxicos para los que no estábamos preparados: tabaco, pesticidas, exceso de radiación, componentes artificiales en la alimentación… Algo similar pasa con los cánceres del sistema reproductor.

-¿Cómo es eso?

-Hemos creado una variedad de ambientes hormonales diferentes. Las mujeres de las poblaciones de cazadores-recolectores tenían más hijos, menos períodos de regla y, en consecuencia, menos probabilidades de desarrollar un cáncer. Ahora, las mujeres tienen menos hijos o ninguno, o los tienen más tarde. O utilizan anticonceptivos, que pueden proteger al endometrio pero aumentar la posibilidad de generar un cáncer de mama. Son caminos entrecruzados de muchos efectos en sistemas diferentes.

-¿Y las alergias?

-En el pasado era más fácil identificar lo que te había sentado mal. Ahora todo está procesado y muchas veces no sabemos lo que comemos ni siquiera leyendo las etiquetas. Y lo mismo con un cosmético o un champú. Es difícil identificar el alérgeno que nos provoca una reacción.

-Por si fuera poco sufrimos ansiedad, insomnio…

-Los patrones del sueño de nuestra especie son muy variables: hay gente a la que le gusta trasnochar, a otros madrugar… Y los hábitos de cada uno empeoran con la edad. Pero esto podría haber sido clave en el pasado, cuando dormíamos en el suelo, expuestos al ataque de los depredadores. Gracias a esta variabilidad, en poblaciones de cazadores-recolectores, hay alguien despierto, un centinela, el 98% de la noche. Ahora, con cerrojos y alarmas en nuestras casas, este insomnio no tiene sentido. Pero algunas de las enfermedades que tenemos son defensas contra peligros que ya no existen.

«Los abuelos son uno de los grandes éxitos de la selección natural»

-Vivimos muchos años finalizada la edad reproductiva, ¿por qué?

-Es muy curioso y una de las grandes paradojas de la vida. Somos una especie muy longeva, que vive muchos años, lo que podría tener todo el sentido si lo que queremos es tener más tiempo para tener más hijos. Pero resulta que se prolongan períodos en los que no somos fértiles. Nuestra tercera edad es muchísimo más larga que la de cualquier otro primate.

-Y esto, ¿qué ventaja tiene?

-La selección natural ha apostado por la tercera edad porque encuentra una ventaja importante en poder contar con una facción de la población que todavía está en activo, en condiciones relativamente buenas o muy buenas, para ayudar a sacar adelante a sus hijos y a los hijos de sus hijos. Esa es la verdadera clave de la longevidad humana: más años para aportar al grupo.

-¿Podemos decir que los abuelos son un invento de la evolución?

-Sí, uno de los grandes éxitos con los que la selección natural ha garantizado que podamos sobrevivir. Somos inmaduros y dependientes de los demás durante mucho tiempo. En esas circunstancias tan especiales, contar siempre con alguien que nos cuide y nos proteja es importante.

-Somos conscientes de que vamos a morir, ¿qué necesidad hay de conocer el final?

-Es la consecuencia dolorosa de un desarrollo cognitivo y de una consciencia extrema. De esa empatía tan hiperdesarrollada comprendemos que la vida no es eterna. También es el motor de muchas de las grandes acciones de la humanidad. Condiciona nuestros actos al pensar cómo nos recordarán o cómo pasaremos a la posteridad.

«Solo los humanos tratan a los muertos con la misma delicadeza con la que tratan a los vivos»

-¿Reconocer el dolor del otro es parte de lo que nos hace humanos?

-Lo hacemos por la empatía, una de las funciones más útiles que tenemos. La compasión implica no ser inmunes al sufrimiento ajeno. Y tenemos muchos ejemplos en el registro fósil. Uno es Benjamina, una niña que creció en Atapuerca con una gran deformidad craneal que probablemente le provocó importantes retrasos psicomotores y un aspecto físico diferente. A pesar de todo, sobrevivió hasta la edad de 9 años, lo que dice que alguien cuidó de ella. Y el entierro humano más antiguo que se conoce en África es el del niño Mtoto, de 3 años, arropado como si fuera a dormir. Solo los humanos tratan a los muertos con la misma delicadeza con la que tratan a los vivos. En el mundo abstracto en el que también vivimos, no dejamos de ser alguien para alguien aunque nos muramos. Todo eso es muy definitorio de nuestra especie.

-Y dentro de mil, 1o.000 o 100.000 años, ¿el ser humano seguirá sufriendo por lo mismo?

-La evolución va a un ritmo muy lento, pero no nos ha abandonado. Tenemos ejemplos de mutaciones recientes, como la tolerancia a la lactosa. Seguiremos teniendo enfermedades infecciosas, porque somos muchos y vivimos muy juntos. Eso sí, tenemos un as en la manga: la tecnología, el conocimiento y la medicina preventiva. Y un grandísimo cerebro colectivo, como hemos visto en este tiempo de pandemia: la inteligencia ha pasado de ser una característica individual a una de grupo. Y cuando se ponen todos los cerebros juntos, se encuentran soluciones en tiempo récord, las que nos seguirán sacando en los agujeros en los que, de tanto en tanto, nuestra especie se ve metida.