La inteligencia, en parte, está determinada por los genes. El color de la piel, sin embargo, no influye en la inteligencia porque los genes implicados en la pigmentación de la piel son muy pocos, así que no es la piel precisamente lo que nos distingue unos de otros.
Estudiar esta clase de cosas no debería ser anatema. Siempre hay influencia genética, siempre hay influencia ambiental, y la influencia tanto genética como ambiental se retroalimentan de formas que todavía no somos capaces de distinguir.
Censuras
Lo que no deberíamos exigir es el despedido de un profesor por sus ideas o planteamientos, como le sucedió a Edward O. Wilson. Tampoco deberíamos dar carta de naturaleza al acoso que también sufrieron en 2017 Sergei Tabachnikov y Theodore Hill tras publicar un estudio en Mathematical Intelligencer donde se proponía un modelo matemático para explicar que hubiera más variabilidad de inteligencia entre los hombres y las mujeres (es decir, que hay más genios entre el género masculino, pero también más idiotas).
El estudio fue aceptado tras una revisión por pares, pero finalmente se retiró su publicación por la presión de la asociación Women in Mathematics de la Universidad Estatal de Pensilvania, entre otros. Un artículo científico solo se retira si se demuestra que hay fraude académico, no porque las ideas que desliza no encajan con nuestra ideología.
Finalmente, la crítica al determinismo genético mal entendido pasa por la asunción de un determinismo ambiental tan inflexible que, de ser cierto, sí que nos convertiría en marionetas. Individuos carentes de libre albedrío manipulados desde el nacimiento por nuestros padres, los medios de comunicación, la cultura. No importara cómo fueran nuestros padres, qué se emitiera en televisión o en qué país naciéramos: nunca seríamos libres de escoger. Solo seríamos lo que ellos quieren que seamos. No seríamos responsables de nuestros actos. Mataríamos a los demás o decidiríamos tener hijos porque hemos sido manipulados para ello.
Los que deberían ser encarcelados serían los promotores de esas ideas y no nosotros mismos (que, de hecho, irónicamente, nos seríamos convertidos en quienes decidirían democráticamente cómo manipular a la siguiente generación en función de cómo hayamos sido manipulados nosotros).
No suena ni remotamente menos terrorífico que el determinismo genético.
Afortunadamente, las cosas no son tan sencillas. Ni en lo tocante a los genes, ni en lo tocante al ambiente.
Para entender mejor todo este gran debate, os recomiendo el siguiente vídeo, donde se analiza el supuesto de lo que pasaría si halláramos una tribu perdida de personas con la piel de color verde que… son más inteligentes que nosotros:
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La noticia
No debemos censurar la investigación de la importancia de los genes en la inteligencia u otras aptitudes, sino su uso político
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
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