Rendirle culto a Onán no solo puede ser cualitativamente distinto a practicar un coito, también hay otros factores implicados que propician que nuestro cerebro procese de forma distinta la masturbación del sexo.
Eso explicaría que, por mucho que practiquemos el onanismo, siempre aspiremos a tener sexo con otra persona, y que ese onanismo sea una suerte de premio de consolación («consolación» escrito con muchas comillas).
Exceso de masturbación
Masturbarse no nos deja ciegos, ni es inmoral, incluso es saludable. Sin embargo, si abusamos de la masturbación en aras de llenar nuestra falta de parejas sexuales, hay datos que dan a entender que, con el tiempo, se echa a perder el bienestar sexual, pues reduce significativamente la libido y la capacidad de excitación sexual, tal y como refleja este estudio del año 2016 que analiza el consumo de porno por internet.
El estudio se centra en internet por las propiedades únicas de la pornografía en este medio: novedad ilimitada, potencial para una escalada más fácil a material más extremo, formato de vídeo, etc.
La noticia positiva es que, tras un tiempo de comedimiento, este bienestar sexual y capacidad de excitación sexual regresa a la normalidad. Con todo, tal y como señala Dean Burnett en su libro ‘El cerebro feliz’:
Pero el hecho de que tales síntomas no se hayan observado entre quienes practican sexo con frecuencia con otras personas es indicativo de que, cuando de sexo se trata, nuestros deseos y nuestra felicidad no se basan simplemente en lograr un placer intenso pero pasajero.
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La noticia
No es lo mismo masturbarse que tener sexo y nuestro cerebro lo sabe
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
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