Cada año, en el Teatro Sanders de la Universidad de Harvard se festeja el espíritu más gamberro de la ciencia: los premios Ig Nobel, la parodia de los galardones de la Academia Sueca. Una ceremonia que reconoce los estudios más graciosos o peculiares de la ciencia mundial, en los que España recibe muchos más premios que en los Nobel de verdad. La presente edición de los galardones, la 30ª, no se ha celebrado en el Sanders, sino por videoconferencia, por un motivo obvio: la pandemia de covid. Una pandemia que está muy presente en el palmarés de estos premios, que siempre sueltan una patada en la espinilla de los poderosos, como cuando le dieron el Ig Nobel de Química a Volkswagen “por resolver el problema del exceso de emisiones de los automóviles” con el trucaje de sus vehículos.