A comienzos del siglo XIX el emperador Napoleón Bonaparte nombró como ministro del Interior al químico Jean-Antoine Chaptal , el cual comisionó al también químico Louis Jacques Thénard (1777-1857) para que encontrase un nuevo pigmento de color azul, con el que poder reemplazar al escaso y costoso lapislázuli. Para solucionar el encargo Thénard partió del arseniato de cobalto, el compuesto químico que se usaba para colorear de azul la porcelana de Sévres. Después de múltiples experimentos consiguió en 1804 un pigmento intensamente azul, muy estable y mucho más económico que el lapislázuli . El químico galo lo obtuvo al calentar al rojo vivo una mezcla de arseniato y fosfato de cobalto con alúmina. En muy poco tiempo el nuevo azul cobalto se convirtió en el favorito de los artistas. Fue, por ejemplo, el color que utilizó Vicent van Gogh en 1890 en su famosa composición ‘ El doctor Paul Gachet ‘, que actualmente se encuentra en el Museo de Orsay, en París. Incoloro y muy inestable Apenas catorce años después de su fabuloso descubrimiento -en 1818- Thénard descubrió el agua oxigenada , también conocida como peróxido de hidrógeno, lo hizo atacando con ácidos al peróxido de bario –una sustancia altamente reactiva-. Este hallazgo sería de enorme trascendencia en el ámbito sanitario durante casi dos centurias. El peróxido de hidrógeno es un líquido incoloro –si bien en grandes cantidades puede tornarse de color azul- y con una densidad mayor que la del agua. Cada molécula está formada, como su propio nombre indica, por dos átomos de hidrógeno y dos de oxígeno. El agua oxigenada es un compuesto muy reactivo que se ha usado como desinfectante y cuya concentración se expresa en volúmenes, que indican la cantidad de oxígeno que se desprende durante su descomposición. Otra de las singularidades del peróxido de hidrógeno es su inestabilidad , y es que espontáneamente se descompone en oxígeno y agua. Es cierto que este proceso ocurre de forma muy lenta si no existe exposición a la luz, lo cual explica que los envases que lo contienen sean opacos, pero en presencia de un catalizador el proceso se torna muy rápido. En la nómina de los aceleradores se encuentran los metales, algunas sales y algunas enzimas, como la catalasa. Tóxico y poco eficiente Es precisamente la presencia de esta enzima en los tejidos animales lo que permite utilizar el agua oxigenada como desinfectante de heridas. Y es que la catalasa es una enzima perteneciente al grupo de las oxidorreductasas que cataliza la descomposición del peróxido de hidrógeno a oxígeno –el responsable del burbujeo que aparece cuando se aplica el agua oxigenada sobre una herida- y agua. El oxígeno resultante de la descomposición crea un ambiente tóxico y letal para muchas bacterias patógenas presentes en la piel, ya que son de naturaleza anaeróbica. En otras palabras, la catalasa permite que un ambiente anaeróbico se convierta en aeróbico. En las últimas décadas el uso de agua oxigenada como desinfectante ha disminuido enormemente, esto ha sido debido a dos motivos, por una parte, a la presencia de enzimas bacterianas capaces de destruirlo; y por otra, el peróxido de hidrógeno es capaz de dañar las células sanas del organismo. MÁS INFORMACIÓN noticia No Una antigua tumba de dos hermanos revela que ya se realizaban cirugías craneales hace 3.500 años noticia Si Se revelan nuevos secretos de Ryugu, el asteroide más antiguo que el Sol Es precisamente este efecto nocivo el que hace desaconsejable usar el agua oxigenada como blanqueador de dientes o cutáneo, remedios caseros que durante décadas fueron muy empleados. SOBRE EL AUTOR Pedro gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.