Muchos son los que, para enfangar la ciencia, recuerdan algunas veleidades de científicos nazis, o los experimentos inmorales de mad doctors, o incluso los prejuicios y sesgos de innumerables investigadores.
Sin embargo, criticar a los científicos es muy distinto a criticar a la ciencia. De hecho, cuestionar a los científicos es precisamente lo que engrandece a la ciencia. Porque la ciencia nació para eso: como herramienta que deconfían del ser humano, en general, y de los científicos, en particular.
Un cerebro Spock o el poder del experimento
Hay demasiada información en el mundo. Nuestro cerebro no la puede procesar toda, así que toma atajos basados, en gran parte, en emociones: por eso nuestras decisiones se toman en función del cálculo racional pero, sobre todo, del sesgo emocional.
Por consiguiente, lo que llamamos sentido común en realidad es muy poco racional. Todos los pensadores de la historia, pues, podían ser muy competentes habida cuenta del cerebro de que disponían, y de la complejidad del mundo natural que trataban de abordar, pero carecían de un juego adecuado de herramientas intelectuales.
Ese juego de herramientas es una especie de cerebro más racional, más metódico: la ciencia moderna. Un procedimiento para diseñar pruebas que confirmen (o más bien falsen) las afirmaciones teóricas. Carecían de este juego de herramientas porque básicamente todos los pensadores de la historia consideraban que era innecesario.
Para los pensadores de una época pre-científica, las intuiciones personales, las creencias compartidas, las percepciones subjetivas eran importantes. Pensaban que nada podían salir mal si argumentaban a partir de premisas incontestadas hasta las conclusiones que de ellas se seguían necesariamente.
Con el nacimiento de la ciencia moderna, sin embargo, se garantizaba una manera de acceder al conocimiento más objetiva, que no dependía tanto de las arbitrariedades de las intuciones o prejuicios personales, incluso la de los propios científicos. La ciencia era un juez exterior. Un procedimiento. Un experimento. Un árbitro.
Así es como fue naciendo un conjunto de valores entrelazados que puede resumirse en las siglas en inglés CUDOS:
- Comunismo: el conocimiento se comparte.
- Universalismo: el conocimiento ha de ser impersonal e imparcial.
- Desinterés: los científicos han de ayudarse mutuamente.
- Escepticismo organizado: las ideas han de ponerse a prueba una y otra vez.
De algún modo, pues, para vivir hemos de hacerlo sin pensar demasiado. Pero la ciencia es un cerebro aparte que sí que piensa todo el rato por nosotros y nos devuelve patrones que podemos emplear en nuestra vida diaria para resolver problemas que requerirían demasiada reflexión individual, tal y como podéis ver resumido en el siguiente vídeo:
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La noticia
Quienes critican a los científicos solo están fortaleciendo el poder de la ciencia
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
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