La Edad de Oro holandesa fue un período de gran riqueza para la República de Holanda. El comercio internacional floreció con la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (VOC). Esto atrajo a inmigrantes, por lo que también se estimuló el crecimiento de los puertos y ciudades más importantes.
Durante esta época, el siglo XVII, el arte y las ciencias florecieron, como se puede ver en las famosas obras de los maestros holandeses: Rembrandt, Hals, Vermeer y Steen. Y también llegaron pensadores heterodoxos. El más iconoclasta de todos ellos fue, sin duda, Spinoza. Y así fue como cambió nuestras ideas del mundo natural.
Espinosistas
El filósofo más contestario de la época, Baruch Spinoza, llegó a plantearse si existe una forma de gobierno ideal, cuál es la responsabilidad de los gobernantes frente a su pueblo, y otras cuestiones que parecía intocables, como la existencia de Dios.
Paralelamente, cobró protagonismo Johan de Witt, un intelectual brillante, especialista en matemáticas y derecho, que además era un muchacho muy atractivo. A pesar de provenir de una familia aristocrática, era un fierviente defensor del republicanismo. A los 28, fue nombrado Primer Ministro de Holanda. De Witt anhelaba que el país ya se reglara por la idea de que los sucesores de reyes y príncipes fueran quienes nacieran de sus entrañas, sino aquellos que fuesen elegidos por sus méritos.
Aquellas ideas fueron encajadas con bastante aceptación: no en vano, el 30 % de todos los libros publicados en el mundo se editaban en Ámsterdam. Estábamos, pues, ante un pueblo alfabetizado y, además, con mucha libertad editorial.
Pero De Witt también tenía opositores: por un lado, los orangistas, quienes creían que todo país necesitaba un monarca; por otro lado estaban los calvinistas ortodoxos, quienes creían que todo gobierno necesitaba fundarse en la Biblia.
Spinoza idolatraba a De Witt, y decidió dejar su filosofía más profunda para ponerse manos a la obra y apoyarle con un nuevo libro destinado a todo el público. Por primera vez en la historia, alguien declara que la base de la política debía ser la libertad individual, agregando además que el gobierno democrático era el más cercano al estado de naturaleza y el más afín a dicha libertad. El libro se publicó en 1670 y afirmaba cosas como que la Biblia era cosa de humanos y estaba lleno de errores.
Y, al igual que la religión, también el gobierno debía abandonar ese halo místico y someterse a principios racionales, científicos y laicos.
El impacto de la obra fue tan profundo y causó tantos revuelos que hasta De Witt tuvo que sumarse a las voces que lo condenaban para no acabar suicidándose políticamente. Con todo, De Witt fue asesinado por enarbolar ideas tan heterodoxas. Spinoza no podía creer hasta dónde llegaba la barbarie humana.
Pero, a pesar de que el intento de una forma de gobierno repulicana, humanista, alejada de pleitesías no había calado finalmente, aquellas ideas no murieron del todo. Originaron resonancias filosóficas y políticas en medio mundo. Incluso apareció un término nuevo: «espinosista», de Spinoza, que significaba subversivo, extremista, peligroso, y hasta ateo. Los espinosistas, sin embargo, fueron creciendo en número, y para ellos el término era sinónimo de moderno, racional, lúcido, libre de supersticiones.
También fue un tipo de pensamiento que alimenta el rasgo de la ambivalencia, es decir, no estar seguro de todo, seguir indagando, no proponer recetas fijas para problemas complejos. Podéis saber más sobre este rasgo, así como de sus ventajas e inconvenientes, en el siguiente vídeo:
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La noticia
Spinoza fue un filósofo tan rompedor para su época que sus seguidores eran tildados de extremistas, peligrosos, y hasta ateos
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
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