Hace unos 3.400 millones de años, un asteroide de hasta 9 kilómetros de longitud, similar al que hace 66 millones de años acabó con los dinosaurios en la Tierra, se estrelló en el océano poco profundo que entonces cubría el hemisferio norte de Marte. El impacto provocó un megatsunami devastador , con olas de hasta 250 metros de altura en su origen, que se extendió al menos 2.000 km e inundó zonas costeras. Incluso pudo formar un mar interior en los trópicos del planeta. Este es el panorama catastrófico que describe un equipo internacional de investigadores, entre ellos varios de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en un estudio publicado este jueves en la revista ‘Scientific Reports’. Los científicos identificaron el cráter provocado por el impacto del asteroide en las tierras bajas del norte de Marte, que entonces estaban a unos 120 metros por debajo del antiguo océano. Bautizado como Pohl , el cráter tiene un diámetro de 110 kilómetros, algo más pequeño que el que dejó la roca de los dinosaurios en Chicxulub, México. El antiguo océano donde impactó el asteroide se formó por aguas subterráneas, acuíferos que salieron a la superficie y produjeron grandes inundaciones que cubrieron el norte del planeta. «Este mar habría sido totalmente diferente a los de la Tierra. No hay un análogo terrestre que se haya formado así», explica a este periódico Alexis Rodríguez, investigador en la UAB y el Centro de Ciencias Planetarias de Tucson, Arizona (EE.UU.). «Los canales eran comparables en tamaño a la Península Ibérica», añade. Noticia Relacionada EXOMARS estandar Si Europa recupera su misión para buscar vida en el interior de Marte en 2028 Judith de Jorge Una inyección millonaria relanza el programa ExoMars, suspendido después de que la Agencia Espacial Europea cortara sus lazos con Rusia por la guerra de Ucrania Al analizar los mapas de la superficie de Marte, los investigadores encontraron el cráter superpuesto sobre estos canales, «lo que indica que se generó después de la formación del océano», señala Rodríguez. Al mismo tiempo, está enterrado por un depósito del segundo tsunami que ocurrió mucho más tarde, pero antes de que el océano desapareciera. Hasta 13 millones de megatones Los autores simularon colisiones de asteroides y cometas para probar qué tipo de impacto podría haber creado Pohl. Descubrieron que el ‘culpable’ debía ser un asteroide de hasta 9 kilómetros que encontró una gran resistencia al suelo, liberando una energía de 13 millones de megatones, o un asteroide de tres kilómetros que encontró una resistencia débil al suelo y liberó 0,5 millones de megatones. La cantidad de energía liberada por Tsar Bomba, la bomba nuclear más poderosa jamás probada, fue de aproximadamente 57 megatones. Reconstrucción que muestra la historia de la formación y modificación en la región de Chryse Planitia de Marte. (a) El cráter (denominado Pohl) se forma en un ambiente marino superficial, (b) desencadenando frentes de flujo de agua y escombros del megatsunami. (c) Los frentes de olas inundan ampliamente las llanuras limítrofes de las tierras altas y bajas, incluyendo una sección de aproximadamente 900 km al suroeste del lugar del impacto. (d) El océano retrocede hasta -4.100 m (e) El megatsunami más reciente desborda el cráter y partes del megatsunami más antiguo. La glaciación continúa y posteriormente se forman volcanes de lodo. (f) Unos 3.400 millones de años después, el módulo de aterrizaje Viking 1 aterriza en el borde del depósito del megatsunami más antiguo Scientific Reports «El terremoto generado por el impacto levantó la tierra y todo lo que estaba en la superficie salió despedido. Si hubiera ocurrido en la Tierra, habríamos volado cien metros de altura», dice el científico planetario. «Nuestras simulaciones muestran que el megatsunami fue devastador y que alcanzó inicialmente unos 250 metros de altura de ola e inundó zonas costeras localizadas por lo menos a 2.000 km del cráter de impacto. Estas zonas costeras incluyen una cuenca enorme donde la ola podría haber formado un mar interior en los trópicos del planeta», señala Mario Zarroca, investigador en la UAB y coautor del estudio. Las olas no eran simples muros de agua. Contenían detritus, depósitos del fondo marino y rocas, «algo parecido al tsunami de Japón en 2011, que arrastró casas y todo tipo de materiales», recuerda Rodríguez. El choque también pudo haber producido plumas de vapor de agua que, al entrar en la atmósfera, podrían haber afectado al clima. «Estos cambios podrían haber influido en la habitabilidad del planeta. Pero no podemos hablar de una posible extinción, ya que no sabíamos si Marte tenía algún tipo de vida», puntualiza. Qué detectó la sonda Viking I Además, el estudio tiene otra implicación, al describir la zona geológica del lugar donde aterrizó en julio de 1976 la sonda Viking I , la primera que operó con éxito en la superficie marciana. La nave aterrizó en el tramo inferior de Maja Valles, un enorme canal formado por las inundaciones fluviales, en la región de Chryse Planitia. Uno de sus principales objetivos era la búsqueda de evidencias de vida en muestras de suelo . Los resultados de aquellos primeros experimentos fueron contradictorios. La NASA determinó que la Viking I no había proporcionado evidencias claras de que Marte albergara u hubiera albergado vida, aunque hay investigadores que sostienen lo contrario. La Viking I examina el suelo marciano NASA Los nuevos resultados no aclaran el misterio, pero sí muestran cómo eran en realidad los terrenos donde aterrizó la Viking I. «Los depósitos donde se situó la sonda tenían el potencial de haber mantenido una habitabilidad sostenida durante cientos de millones de años », dice Rodríguez. Es decir, la nave fue a parar al sitio adecuado. Además, invita a la reconsideración científica de la información astrobiológica que fue recogida en las primeras mediciones in situ en Marte. MÁS INFORMACIÓN noticia No «Sueño con ser el primer astronauta español en pisar la Luna, ¿por qué no?» noticia No Cien mil años de erupciones masivas convirtieron a Venus en un infierno El próximo paso para los investigadores será caracterizar numerosos terrenos próximos al cráter identificado como posibles lugares de aterrizaje de nuevas misiones en función de su potencial de habitabilidad y de albergar pruebas de antiguas señales biológicas. «Por ejemplo, observamos indicios de una prolongada glaciación alrededor del océano que erosionó el borde del cráter y muchas otras crestas costeras. Debió ser una glaciación húmeda, lo que implica que el clima siguió siendo algo parecido al de la Tierra, semejante a los inviernos de Alaska. Esto es importante porque indica una potencial habitabilidad extendida. Además, hemos hallado volcanes de lodo en el cráter y sus alrededores, donde, en caso de haber existido, podrían haberse concentrado, y luego expuesto a la superficie, evidencias de actividad biológica», apunta Rodríguez.