Sabíamos que estaban perfectamente adaptados a su mundo, que dominaban el planeta por tierra, mar y aire, que muchos cuidaban de sus crías, que algunos cazaban en grupo y que, en conjunto, los dinosaurios ya mostraban, antes de extinguirse hace más de 60 millones de años, muchos de los comportamientos que en la actualidad garantizan la supervivencia de los animales que les sucedieron. Algo especial, desde luego, tuvieron que tener estas criaturas para ser los amos absolutos del mundo durante más de cien millones de años… Pero la bióloga y neuroanatomista Suzana Herculano-Houzel, de la Universidad de Vanderbilt, en Tennessee, ha ido mucho más allá al sugerir en un polémico estudio que por lo menos algunos dinosaurios tenían en sus cerebros las mismas o incluso más neuronas que los primates modernos . Lo cual implicaría que eran muy inteligentes, mucho más de lo que cualquiera haya podido pensar hasta ahora y lo suficiente como para usar herramientas, algo que solo los humanos y un selecto puñado de otros animales actuales son capaces de hacer. Noticia Relacionada estandar No Los dinosaurios que peleaban a garrotazos J. de Jorge Los anquilosaurios tenían poderosas colas repletas de púas que empleaban para competir por el territorio o durante la época de celo El artículo, publicado hace solo unos días en el ‘Journal of Comparative Neurology’, ha causado sensación en la comunidad científica, especialmente entre los paleontólogos. Código Desktop We are going to talk about this study:https://t.co/StQ8XWm0kl
It was just published in the Journal of Comparative Neurology, which is now also edited by HH herself.https://t.co/pp5KXOa1D2— Kai Caspar | @nomascus@ecoevo.social (@KR_Caspar)
January 7, 2023
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January 7, 2023
Los comentarios en redes sociales, tanto a favor como en contra, se multiplican, y la vieja polémica sobre la ‘inteligencia animal’ cobra una nueva dimensión al proyectarse ahora al pasado remoto de la vida en la Tierra. ¿Eran o no inteligentes los dinosaurios? Esa es la cuestión. Medir la inteligencia Desde luego, medir el grado de inteligencia de los dinosaurios, o de cualquier otra criatura extinta, de la que no podemos observar directamente el comportamiento, no resulta una tarea sencilla. Para hacerlo, los científicos utilizan desde hace décadas un indicador llamado ‘cociente de encefalización’ (EQ) , que se obtiene calculando la relación que hay entre el tamaño y el cuerpo del animal. Por ejemplo, un T. Rex, uno de los mayores dinosaurios carnívoros que han existido, tenía un EQ de aproximadamente 2,4, mientras que un perro pastor alemán lo tiene de 3,1 y un ser humano de 7,8. Según esto, el temible tiranosaurio era más ‘tonto’ que un perro y, por supuesto, mucho más que una persona. Pero el EQ puede ser engañoso, ya que en muchos animales el tamaño del cuerpo y el del cerebro evolucionan de forma independiente, por lo que utilizar este parámetro para medir la inteligencia puede llevar a cometer errores de bulto. En busca de una alternativa más fiable, Suzana Herculano-Houzel decidió medir completamente distinto: la densidad de neuronas en la corteza cerebral , el área externa del cerebro, crítica para el desempeño de la mayoría de las tareas relacionadas con la inteligencia . El método, que consiste en disolver los cerebros en una solución de detergente y contar después las neuronas de la ‘sopa’ resultante, ya se había utilizado para estimar la cantidad de neuronas en muchas especies de animales, incluídos los humanos. Lo malo es que eso, evidentemente, no se puede hacer con cerebros de dinosaurios, que no resisten el paso de decenas de millones de años y que, por lo tanto, nunca llegan a manos de los científicos. Un método indirecto Afortunadamente, y a pesar de su práctica desaparición tras la caída de un gran meteorito hace 66 millones de años, los dinosaurios no desaparecieron del todo. De hecho, el grupo de los terópodos, al que pertenecieron carnívoros como los famosos velociraptores y el propio T. Rex, está relacionado con las aves actuales, que son sus descendientes directos. Por eso, cuando hace un año se publicó una gran base de datos que mostraba que, en comparación con los reptiles, las aves (y los mamíferos) tienen densidades de neuronas mucho más altas en sus cortezas, Herculano-Houzel vio su oportunidad: gracias a las aves podía hacer una estimación de la densidad neuronal de los dinosaurios. Si no de todos, por lo menos de los terópodos. Para ello, la investigadora usó la base de datos del año pasado y la mezcló con las estimaciones de la masa cerebral de dinosaurios obtenidas a lo largo de los años con tomografías computerizadas de sus cráneos. Con estos datos combinados, desarrolló una ecuación que relaciona la masa cerebral de un animal con su número aproximado de neuronas. Y descubrió que, como era de esperar, los cerebros de los terópodos siguen aproximadamente las mismas reglas que las aves modernas de sangre caliente, como las avestruces, mientras que los cerebros de los dinosaurios saurópodos, como el Brachiosaurus, son más similares a los de los reptiles modernos de sangre fría. Al hacer los números y aplicarlos a especies concretas, Herculano-Houzel descubrió, por ejemplo, que Alioramus, un terópodo de 6 metros de largo que vivió hace unos 70 millones de años en lo que ahora es Mongolia, tenía poco más de mil millones de neuronas en su corteza, similar a los monos capuchinos. Y que T. Rex, con un cerebro que pesaba poco más de 300 g, tenía aproximadamente 3.300 millones de neuronas corticales, una densidad más alta que la de los actuales babuinos. Estos resultados, asegura la investigadora, le han hecho sentir «un respeto completamente nuevo por el tiranosaurio rex. Algo tan grande, con esos dientes, y con la capacidad cognitiva de un babuino… es algo verdaderamente aterrador». A favor y en contra El estudio, por supuesto, ha suscitado todo tipo de reacciones. Algunos, como Fabien Knoll, de la fundación Dinópolis, en Teruel, se alegran de tener por fin «una idea de la posible cantidad de neuronas que podrían tener los dinosaurios», aunque matiza que «necesitaríamos más datos del registro fósil». Otros, como Stig Walsh, curador principal de paleobiología de vertebrados en los Museos Nacionales de Escocia, creen que se trata de «un montón de conclusiones o sugerencias basadas en lo que es esencialmente una sola extrapolación». Amy Balanoff, por su parte, bióloga evolutiva de la Universidad Johns Hopkins, señala que una buena parte de los datos que hay tras las estimaciones de la masa cerebral hechas por Herculano-Houzel, están desfasadas, ya que son de 2013, cuando ella misma, (Amy Balanoff) publicó una nueva base de datos actualizada en 2020 que aportaba nuevos datos. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Teresa de Pedro, precursora del vehículo autónomo: «Pusimos un coche sin conductor por la carretera de La Coruña. No éramos menos que Google» noticia No Hallan, a más de un millón de años luz, las estrellas más distantes de nuestra galaxia A pesar de estas dudas, el estudio ha sido, en general, bien recibido, ya que abre las puertas a una mejor comprensión de la agudeza mental que tuvieron esas criaturas increíbles.