En la costa del municipio de Laguna, al suroeste de Brasil, hace al menos cien años que se da una curiosa colaboración: depredadores de dos especies distintas que cooperan y se sincronizan. El objetivo de esta estrategia es obtener juntos, humanos y delfines mulares, un botín mayor del que conseguirían cada uno por su cuenta. Y lo logran, según un estudio que ha analizado esta conducta. En el lago interno que se forma junto a la costa brasileña del Atlántico, los pescadores artesanales de la región saben que en el momento en el que los delfines salvajes se sumergen en el agua tras emitir sus característicos chasquidos, deben lanzar sus redes en un intervalo de no más de 20 segundos. Este “pastoreo” acuático cumple un objetivo clásico de la estrategia militar: al dividirse el banco de peces para intentar escapar de la amenaza, caen en las garras del otro, y viceversa.