El sur de la España peninsular y el norte de Marruecos se miran a través de una frontera geológica, la que separa la placa tectónica euroasiática y la africana. Allí, esos dos continentes chocan lentamente, provocando la fricción asociada a los temblores de tierra. Sin embargo, en los mapas de riesgo, las regiones al norte de esa grieta están mucho más oscuras que al sur, en Marruecos. Porque se dibujan en función de los datos de sismicidad recientes y la información es peor por debajo del estrecho de Gibraltar. Y aun así, la región golpeada por el terremoto de 6,8 al suroeste de Marraquech descansaba sobre una falla conocida, en una cordillera, la del Atlas, que se levanta precisamente como fruto del empuje entre las placas. Allí, la energía acumulada en esa falla ha generado una fractura de unos 25 kilómetros de largo por 20 kilómetros de ancho, en un deslizamiento del suelo de hasta 1,5 metros, según ha calculado el Servicio Geológico de EE UU (USGS).