Si usted es un consumidor de carne preocupado por el medio ambiente, probablemente se sienta un poco culpable al sentarse en la mesa para cenar. La carne en nuestros platos tiene un costo medioambiental significativo, debido a la deforestación, las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación del aire y el agua que su producción causa. Es una realidad incómoda, dada la urgente necesidad del mundo de hacer frente al cambio climático.
Leches vegetales
La carne no es la única fuente de proteína animal con un elevado costo ambiental. Los productos lácteos también provocan grandes emisiones de gases de efecto invernadero procedentes de las vacas y ovejas que mastican bolo alimenticio y del cultivo de piensos. También en este caso, las alternativas vegetales, muchas de las cuales ya son habituales en los supermercados, pueden ser más respetuosas con el medio ambiente, al menos en algunos aspectos.
Pero el grado de respeto depende de cómo se mida su huella. Una opción es expresar los costos ambientales por litro de leche. Según esta medida, todas las leches vegetales destacan. La leche de soja, por ejemplo, requiere solo un 7% de tierra y un 4% de agua, mientras que emite solo un 31% de gases de efecto invernadero. La leche de avena necesita un 8% de tierra y un 8% de agua, y emite solo un 29% de gases de efecto invernadero. Incluso la leche de almendras —a menudo considerada una mala opción porque los huertos de almendros consumen mucha agua dulce—, utiliza solo el 59% de agua que la leche de verdad.
Pero no todas las leches vegetales aportan los mismos nutrientes. Mientras que la leche de soja aporta casi la misma cantidad de proteínas que la leche de vaca, la leche de almendras solo aporta un 20% —un punto importante para algunos—. Por tanto, por unidad de proteína, la leche de almendras genera más gases de efecto invernadero y utiliza más agua que la leche de vaca.