Lo que no se mide no puede mejorarse. Esta frase, utilizada por muchos ingenieros en los departamentos de calidad de empresas en todo el mundo, fue acuñada por el físico y matemático británico William Thomson Kelvin (1824 – 1907). Midiendo, se consiguen evidencias para definir la configuración óptima de cualquier proceso, identificando qué factores influyen en la variación de los datos obtenidos en el experimento y aislando los posibles errores de muestreo, que se producen por todos aquellos factores que no fueron controlados durante el proceso de experimentación.