“Revisamos nuestros coches con regularidad, así que ¿por qué no íbamos a revisar también nuestro cuerpo para detectar y tratar anomalías antes de que causen demasiado daño?”. La pregunta se la hacían un grupo de investigadores daneses en un editorial publicado en 2014 en The BMJ bajo un título clarificador: Los chequeos médicos generales no funcionan. Ellos mismos se respondían: “Parece muy fácil, pero el cuerpo humano no es un coche y, a diferencia de éste, tiene propiedades autocurativas”. Advertían, al tiempo, que este tipo de reconocimiento, que se realiza en personas que no se sienten enfermas y puede incluir pruebas diagnósticas, “causará daños en algunas”. Pero fueron más allá y elaboraron en 2019 una revisión sistemática para la reputada Colaboración Cochrane. Tras analizar 17 ensayos clínicos que englobaban a 230.000 personas y comparaban adultos del público en general sometidos a chequeos frente a quienes no lo hacían, encontraron que las revisiones generales tenían “poco o ningún efecto” sobre el riesgo de muerte por cualquier causa o por cáncer, enfermedades cardiovasculares, cardiopatías e ictus. Aunque puede parecer contraintuitivo, “es poco probable que ofrecer de forma sistemática chequeos médicos sea beneficioso y puede dar lugar a pruebas y tratamientos innecesarios”, concluían los expertos.