Hace unos días, el geógrafo del CSIC Nacho López-Moreno recibió un wasap: “¡Se está cayendo!”. Era un enlace a la web del refugio de Pineta, uno de los albergues emblemáticos del pirineo aragonés. Para muchos, esta es la primera etapa de un duro ascenso hasta los pies del Monte Perdido, donde se encuentra uno de los últimos glaciares que quedan en España. Los guardas del establecimiento alertaban de que en los últimos días se habían escuchado ruidos de derrumbe en lo alto del valle. De repente, el río se enturbió con barro gris. ¿Era posible que se estuviesen cayendo bloques del glaciar?
Glaciares que se vuelven asesinos
Francisco Rojas, investigador del Instituto Pirenaico de Ecología, explica que “en cordilleras mucho más altas, como los Andes de América o los Himalayas de Asia, el colapso de glaciares se ha llevado por delante pueblos enteros”. “Alrededor del 24 % de la producción total del agua potable en la Paz se vería afectada en épocas de estiaje en un escenario sin glaciares circundantes. Además, hay grandes ciudades como La Paz, en Bolivia, con unos 800.000 habitantes, que dependen de estas masas de hielo para obtener agua potable para millones de habitantes. Alrededor del 24 % de toda el agua potable en la Paz se vería afectada en épocas de estiaje en un escenario sin glaciares circundantes”, añade. La mayoría de expertos alerta de que este tipo de accidentes será cada vez más habitual debido al cambio climático.
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Mariano Zafra, Luis Sevillano y Jose A. Álvarez
Vídeo:
Luis Almodóvar y Julia Jiménez