Desorientados tras pasar 40 días aislados sin luz ni reloj en una cueva francesa

Por 29/04/2021 Portal

Siete mujeres y ocho hombres de entre 27 y 50 años quedaron deslumbrados por el sol en su salida el pasado viernes de la cueva de Lombrives, en Ariège (Francia), donde habían pasado cuarenta días confinados, completamente a oscuras, sin contacto con el exterior y sin un reloj que les indicara el paso del tiempo. El experimento, denominado ‘Deep Time’ (Tiempo profundo), pretendía averiguar cómo funciona el cerebro en condiciones extremas. Los voluntarios, aparentemente en buena forma física, mostraron señales de una clara desorientación temporal, ya que creían haber pasado menos días en la cueva. También afirmaron haber sufrido una desincronización del sueño, de forma que, sin ninguna referencia de la hora que era, algunos durmieron durante el día y otros por la noche.

El grupo, liderado por el explorador franco-suizo Christian Clot, tuvo que acostumbrarse a los 10,5º C y al 100% de humedad en la cueva de los Pirineos, generar su propia electricidad mediante un sistema a pedales y sacar agua a 45 metros de profundidad. «La humedad es muy impactante. Por el tiempo y la fatiga, la necesidad de alimentos aumenta», dijo Clot a la agencia AFP.

Los otros participantes señalaron haber tenido la sensación de que había pasado mucho menos tiempo cuando se les advirtió de que el período de 40 días había terminado. «Fue un verdadero shock. Pensé que aún quedaban cinco o seis días», reconoció Emilie Kim-Foo, una enfermera de 29 años que formaba parte del grupo.

Durante el experimento, los participantes también notaron una gran disparidad en los ciclos de sueño. Cuando algunas personas se levantaban, otras se iban a dormir. «No teníamos marcas de tiempo», explica Tiphaine Vuarier, una terapeuta experta en psicomotricidad de 32 años. «Probablemente dormimos más algunas noches y menos otras», señaló Marie-Caroline Lagache, una joyera de 50 años.

Según Clot, fundador del Instituto de Adaptación Humana, ‘Deep Time’ pretende estudiar nuestra capacidad para adaptarnos a la pérdida de puntos de referencia espacio-temporales, una cuestión planteada en particular con la pandemia. En concreto, trata de contestar a tres preguntas: cómo gestionar la desorientación, cómo concibe y gestiona nuestro cerebro el tiempo al margen de cualquier indicador, y cómo un grupo humano puede sincronizarse, funcionar en conjunto, incluso en condiciones de vida totalmente nuevas.

El objetivo final es llevar al límite al hombre, para prepararlo a futuros escenarios, como el que presente el cambio climático o la colonización de otros mundos. Él mismo lleva desde hace años haciendo expediciones en la Patagonia Austral y en la Cordillera Darwin, donde realizó una travesía en solitario en 2006.

Los voluntarios, al salir de la cueva

AFP
Escepticismo científico

Aunque algunos investigadores participan en el estudio, el enfoque es recibido con escepticismo por otros científicos que señalan la ausencia de un marco suficientemente «riguroso». Etienne Koechlin, director del laboratorio de neurociencias cognitivas Escuela Normal Superior (ENS), que participa en la investigación de ‘Deep Time’, defiende su carácter «innovador».

Así, los datos sobre el cerebro y sobre las capacidades cognitivas de los participantes recogidos antes de entrar en la cueva se compararán con los recogidos a la salida para, en particular, estudiar los cambios del sistema nervioso ligados a este entorno excepcional.

Sin embargo, Pierre-Marie Lledo, director del laboratorio de Genes, Sinapsis y Cognición (CNRS) y de la unidad de ‘Percepción y Memoria’ del Institut Pasteur, subraya la ausencia de un «grupo de control» que permita comparar la resultados de personas encerradas con los de otros que quedan fuera, lo que, a su juicio, impide la validación científica de los resultados.

En total, ‘Deep Time’ habrá requerido una financiación de 1,2 millones de euros, en la que participaron socios públicos y privados. «La salida de la cueva es muy complicada, hay que resincronizar con (nuestro) mundo», señala Clot. Como curiosidad, los voluntarios descubrieron tras 40 días aislados que había un nuevo confinamiento en Francia. Parece que han salido de un confinamiento para pasar a otro, aunque seguramente en condiciones mucho mejores que las del interior de una cueva. Ahora bien, como dijo Clot, la ausencia de una máscara en la cueva había sido «una interesante forma de libertad».