En busca del elixir de la juventud: así avanza la carrera científica contra el envejecimiento

Una pareja de ancianos camina por la calle agarrada del brazo.

Hay un animal que es casi inmortal. Nunca envejece. Con apenas un centímetro de tamaño, la hidra es un diminuto invertebrado de agua dulce amarrado a una juventud eterna. Lo descubrió en 1998 Daniel Martínez, profesor de Biología Molecular en la Universidad Pomona de California, cuando intentaba probar justo lo contrario: “Decidí empezar experimentos con la hidra con la idea de que iba a demostrar que envejecía porque todos los animales envejecían. Pero, después de cuatro años, no había mortalidad. Y para un bicho chiquitito, como la hidra, es mucho. Las cosas chiquitas viven semanas, pero no años”, reflexiona. El dogma establecido de la muerte inexorable de los seres vivos se tambaleaba en las entrañas de la minúscula hidra y acaparaba la atención de la comunidad científica: cómo era posible, qué tenía de especial y, lo más importante, ¿podría suceder en otros animales, como los humanos?

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