Aeolus fue un satélite ideado en los 90 destinado a analizar la velocidad del viento en las diferentes capas de la atmósfera. Esta sonda, creada por la Agencia Espacial Europea (ESA) superó todas las expectativas: estuvo en órbita más tiempo del esperado y fue aclamada como una de las misiones de observación de la Tierra con mayor éxito. Y su final ha sido igual de épico: porque aunque no estaba preparada para protagonizar una reentrada controlada y desintegrarse en el roce con la atmósfera, un numeroso equipo de la ESA ha conseguido que los restos de Aeolus acabaran sobre la Antártida, reduciendo el peligro y el posible daño (ya bajo de por sí), utilizando lo que le quedaba de remanente de combustible. El calendario se cumplió tal y como los ingenieros y científicos orquestaron en tan solo un año: las maniobras se prolongaron desde el lunes 24, cuando Aeolus se encontraba a una altura de 320 kilómetros sobre nuestras cabezas, hasta el viernes 28, cuando alcanzó los 120 kilómetros. Un par de horas después, a las 21 horas de ese mismo día, Aeolus volvió a entrar en la atmósfera terrestre sobre la Antártida, según confirmó la Fuerza Espacial de EE. UU. Basura espacial Actualmente los satélites se diseñan de acuerdo con normas que las obligan a minimizar el riesgo de causar daños en su regreso a la Tierra: aunque los reingresos en la atmósfera suelen acabar con la desintegración de las sondas, hay partes más grandes o construidas de materiales muy resistentes que pueden sobrevivir. Estos restos suelen caer sobre el mar (ya que la superficie terrestre está cubierta en un 70% por agua); sin embargo, en los últimos años se está llevando a cabo un esfuerzo por las principales agencias de reducir la incertidumbre, realizando ingresos controlados. Noticia Relacionada estandar No Los científicos avisan: el espacio está en riesgo José Manuel Nieves Una serie de artículos publicados en ‘Nature Astronomy’ analiza el impacto de la basura espacial y de los satélites de baja órbita en las observaciones de los telescopios terrestres y espaciales Sin embargo, cuando se diseñó Aeolus a fines de la década de 1990, no existían tales regulaciones: la idea original era que, después de quedarse sin combustible, el satélite hubiese caído de forma natural sobre la Tierra, pero sin control sobre dónde sucedería. Los satélites y las partes de los cohetes caen a la Tierra aproximadamente una vez por semana , y las piezas que sobreviven rara vez causan daños, por lo que el riesgo de que Aeolus causase daños siempre fue muy pequeño. De hecho, según cuentan desde la ESA, la posibilidad de ser golpeado por un pedazo de escombros es tres veces menor que ser golpeado por un meteorito. Un final no previsto Tratar de hacer que un satélite hiciera algo para lo que nunca fue diseñado no fue una tarea sencilla: meses de planificación y un personal al mismo nivel que cuando se lleva a cabo un lanzamiento apuntalaron su éxito. La última semana fue decisiva, y en ella se emplearon a fondo el equipo de ingenieros de naves espaciales, expertos en dinámica de vuelo y especialistas en desechos espaciales del centro de control de la misión ESOC de la ESA en Alemania. Usaron el combustible restante del satélite para llevar a cabo una serie de encendidos para bajar a Aeolus y colocarlo en la mejor posición para volver a entrar. Así consiguieron un nuevo hito con Aeolus, que reingresó de acuerdo con las regulaciones actuales. El Director de Operaciones de la ESA, Rolf Densing, señaló: «Los equipos han logrado algo extraordinario. Estas maniobras eran complejas y Aeolus no estaba diseñado para realizarlas, y siempre existía la posibilidad de que este primer intento de reingreso asistido no funcionara. Hemos aprendido mucho de este éxito y potencialmente podemos aplicar el mismo enfoque para algunos otros satélites al final de sus vidas, lanzados antes de que se implementaran las medidas de eliminación actuales». Este reingreso asistido es solo una parte del compromiso más amplio de la ESA con la seguridad y sostenibilidad a largo plazo de las actividades espaciales. Para 2030, todas las misiones de la ESA serán ‘neutrales a los desechos’: gracias a la Carta Zero Debris (Cero residuos), la agencia se asegura de que la tecnología esté lista no solo para las regulaciones actuales, sino también para hacer posibles reglas aún más ambiciosas para el futuro. Desde kits de desorbitación lanzados con misiones para derribarlos de manera segura hasta misiones emblemáticas como Clearspace-1 que capturará naves espaciales varadas en órbita y tecnologías para limitar los riesgos en tierra, la ESA está liderando el camino en el espacio sostenible.