Desde el ventanuco se divisa la playa solitaria, arrasada por el viento de levante. En una esquina, una mujer contempla el horizonte y hasta mi memoria llega el cuadro aquel que imaginó Ernesto Sabato para su novela El túnel, una pintura donde aparecía una mujer que, a su vez, era contemplada por otra mujer (esta otra de carne y sangre) de nombre María Iribarne y que sería asesinada por Juan Pablo Castel, pintor del cuadro.