Hace 2.500 años, el médico griego Hipócrates ya describió pacientes que comenzaban viendo chiribitas en la nada, seguían con fuertes dolores en la mitad del cráneo y, en ocasiones, acababan vomitando. Hacia el siglo II, el romano Galeno distinguió los dolores de cabeza comunes de las migrañas (hemicráneas, las llamó) y sabios del mundo islámico como Avicena también se preocuparon por este sufrimiento tan común siglos después. Las soluciones en aquellos tiempos, que incluían trepanaciones o el uso de sanguijuelas, tendrían la eficacia habitual de la medicina de la época, pero la llegada de la ciencia moderna tampoco dio una solución rápida a los dolientes. Hace muy poco, en 1986, en el Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry, JMS Pearce reconocía que aún era “extremadamente difícil investigar la migraña”.