Como dijo Elon Musk antes de lanzar su Starship, “todo lo que venga después de que el cohete rebase la torre será la guinda en el pastel”. El resto de objetivos eran secundarios. Y es que el verdadero temor de este primer intento era que el enorme vehículo se derrumbase sobre su rampa de lanzamiento. Ya ocurrió una vez. En julio de 1969, en plena carrera espacial, la URSS lanzó su segundo N-1, el cohete desarrollado para llevar un astronauta ruso a la Luna. Apenas 10 segundos después del despegue, se apagaron casi todos los 30 motores de la primera fase y el vehículo se hundió sobre su plataforma de lanzamiento. La explosión la destruyó por completo; hizo falta un año y medio para reconstruirla.