Hace aproximadamente 2.100 años, un escriba judío usaba con soltura su pluma para marcar los últimos trazos de tinta negra en un trozo de pergamino. Su obra, una copia del Libro de Isaías del Antiguo Testamento de la Biblia, iba a constituir, una vez terminada, un rollo de siete metros de longitud. Ahora bien, ¿estaba completando su propia obra o era la de otro escriba?