Hace un año, un equipo internacional de astrónomos descubrió una ‘enana blanca’ a solo 90 años luz de distancia de la Tierra. Las enanas blancas son auténticos ‘cadáveres estelares’, lo que queda de lo que una vez fue una estrella brillante tras liberarse violentamente de sus capas externas. Estrellas muertas, extremadamente densas y pequeñas que ya no fusionan materia en sus núcleos, pero que siguen ardiendo durante miles de millones de años como las ascuas en una chimenea, cada vez más frías hasta que se apagan por completo. Sin embargo, los científicos se dieron cuenta enseguida de que WD J2147-4035, que así fue catalogada la estrella, estaba mucho más fría que la mayoría de las demás enanas blancas, lo que indicaba una gran antigüedad. De hecho, su temperatura reveló una edad de más de 10.000 millones de años, mucho más que las demás estrellas de su vecindario galáctico. Y ahora, un equipo dirigido por Abbigail Elms, de la Universidad de Warwick, en Reino Unido, ha analizado más datos de la extraña estrella y no solo ha confirmado su temperatura, 2.780 grados (tres veces menor que la del Sol) sino que además ha detectado en su composición la presencia de elementos que muy probablemente pertenecieron a los planetas que alguna vez la orbitaron. En otras palabras, J2147-4035 devoró los mundos de su propio sistema solar. El trabajo, que se publicará próximamente en ‘Monthly Notices of the Royal Astronomical Society’, puede consultarse ya en el servidor ArXiv. Para llegar a estas conclusiones, los investigadores, utilizaron datos del telescopio espacial Gaia, de la Agencia Espacial Europea, así como de la encuesta Dark Energy Survey y datos de rayos X. Según sus estimaciones, WD J2147-4035 tiene alrededor de 10.700 millones de años y lleva siendo una enana blanca desde hace por lo menos 10.200 millones de años. Más del doble, pues, que la Tierra, que ‘solo’ tiene 4.600 millones de años. Elms y su equipo encontraron sodio, litio, potasio y posiblemente carbono en la estrella, pero lo que les llamó poderosamente la atención fue que los niveles de litio y potasio eran mucho más altos de los que suelen mostrar otras enanas blancas. Desechos planetarios Según el equipo, lo más probable es que el exceso de esos elementos se deba al consumo de desechos planetarios. Sin embargo, cuando los investigadores intentaron modelar cómo los planetas y las rocas en órbita podrían haberle dado a la estrella esta firma química, no fueron capaces de producir un escenario basado en lo que sabemos sobre los planetas de nuestro Sistema Solar que explicara por completo los hallazgos. «Por el momento -dice Elms-, no podemos explicar la composición química de WD J2147-4035 con los cuerpos del Sistema Solar, por lo que algo diferente estaba sucediendo en la galaxia temprana, algo que debemos estudiar más». MÁS INFORMACIÓN noticia Si Cohetes descontrolados reingresando en la atmósfera: una estrategia que no solo sigue China noticia Si La ‘astronomía de neutrinos’ da un paso de gigante Los datos, pues, apuntan a que esos planetas ya estaban siendo devorados por su estrella cuando la galaxia era aún muy joven y faltaban aún miles de millones de años para el nacimiento del Sol y la Tierra. Y es muy probable que en ese tiempo tan lejano, las condiciones y la distribución de los elementos no fuera la misma que observamos en la actualidad. Lo cual, a su vez, plantea muchas preguntas sobre las condiciones en las que podrían haberse formado esos desdichados planetas.