En el último siglo, la comunidad científica ha conjeturado sobre la posibilidad de construir máquinas capaces de desempeñar tareas inteligentes, hasta ahora, reservadas a los seres humanos. Aunque, de momento, no estamos cerca de alcanzar algo parecido a la llamada inteligencia artificial general, el uso de las conocidas como inteligencias artificiales débiles o estrechas (NAI, por sus siglas en inglés) sí es muy habitual en redes sociales, sistemas de reconocimiento facial y análisis de lenguaje natural, por ejemplo. El premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica reconoce este año a algunos de los artífices de la formulación y desarrollo de los algoritmos que hacen posible este tipo de inteligencia.